El modelo actual, resultante de la Segunda Guerra Mundial, reclama una actualización. Que el gigante asiático promueva una visión alternativa del orden internacional obliga a Occidente a dialogar. Es habitual reprochar a China su ansia por desplazar a Estados Unidos en la hegemonía global. Beijing lo niega y se remite a su propósito principal, es decir, lograr la modernización y el pleno desarrollo del país. Lo cierto es que, si este objetivo se alcanza, lo natural y lógico es que al menos vea confirmada su primacía económica.