Ser nacionalista de uno u otro lado tiene la ventaja de que percibes que te roban sólo los de enfrente, sufriendo así menos trauma el hemisferio del cerebro que hace que nos excitemos con las banderas. Una vez destapado el caso Pujol, había dos opciones. Preguntarnos cómo son posibles 30 años de poder corrupto sin enterarnos y tomar medidas para que no se repita, o agitar una bandera. Y como del nacionalismo, al igual que del cerdo, se aprovecha todo, hemos elegido agitar banderas.