El lenguaje no es omnipotente, no crea la realidad, pero sí es poderoso: define, establece límites entre conceptos, nos confunde, nos engaña y es capaz tanto de empujarnos a la acción, como de paralizarnos… Comprender es ver y, para ver, a menudo necesitamos nombrar. Lo que no se nombra no se ve, o se ve menos