Ocurre cada año por estas fechas. Se congregan junto a los cascos deshechos por el tiempo de las cóncavas naves, esas embarcaciones que antaño fueron negras y hoy están varadas en la playa, roídas por el salitre, el viento y la lluvia. Van llegando despacio, solos o en parejas, tan quebrados de achaques que ni su perro los reconocería.