La designación constitucional del rey como supremo mando de las Fuerzas Armadas es una mentira piadosa o al menos una contradicción, puesto que la Constitución exige que el rey, salvo en lo referente a la Casa Real, no puede tomar decisión alguna sin el refrendo del Gobierno o del parlamento. Sin embargo, esta mentira piadosa, o pelotillera, fue aprovechada por Juan Carlos para ampliar de facto, ilegítimamente, sus competencias constitucionales. Era primar la idea del rey soberano antes que la del rey constitucional. Era vincular a las Fuerza