"Yo no sabía que había que casarse por la Iglesia", dice María Luisa. "Si me lo hubieran dicho, también lo habría hecho. ¿Qué más me daba a mí?". La Nena es una mujer menuda. Habla con voz cansada porque, según cuenta, a las siete de esta mañana ya estaba en el mercado comprando claveles y rosas para el puesto de flores con el que se gana la vida. Un televisor descomunal que apenas cabe en su pisito de Pan Bendito, una barriada humilde a las afueras de Madrid, pone música de fondo a sus palabras.