Imaginemos una situación cualquiera: una noche cualquiera después de un concierto, donde las personas se hace amigas en una media de cuatro minutos y medio, en un bar cualquiera, con mis amigos y más gente cualquiera. Viene el camarero a tomar nota, alguien cuenta que somos siete personas y pide siete cañas. Qué bien, ¿no? Qué de ciencias, ahí, contando. Pues no. Le digo al camarero que a mí me traiga una botella de agua y BOOM, explotan cerebros. Una de mis amigas, a la que tengo contratada ya como biógrafa oficial, aclara:“no, es que no bebe"