Hay un runrún que atraviesa Ibiza de punta a punta y que cada vez se escucha más alto. Al principio, sólo eran susurros, por aquello del mal fario, pero ya nadie lo esconde: la temporada anda a trancas y barrancas. No será desastrosa, ni provocará un aluvión de quiebras, pero no se comporta, ni muchos menos, como estaba previsto. La demanda de alojamiento se ha ralentizado y la afluencia de turistas al resto de negocios es tan irregular como la meteorología, que tan pronto nos deleita con un sol radiante como con un cielo encapotado.