De la misma manera podrían haber incluido nombres como los de Ildefonso y Carmen, desahuciados por la Iglesia tras trabajar, de manera precaria, durante casi 50 años para la supuesta solidaria institución. O a Rafael, párroco denunciado, destituido y arrinconado por denunciar públicamente despidos de trabajadores de organismos dependientes de la iglesia, desahucios sin piedad o cierres de centros de emergencia social, mientras se destinan fondos a compras de terrenos para especular y a cenas copiosas.