No aprendió Francisco Camps del ejemplo de Pilar Miró, que, por una inversión en vestuario inferior a la de sus trajes y los de sus colaboradores, tuvo el gesto de dimitir de la Dirección General de Televisión Española en 1989, cuando se lo pidieron en el Parlamento. Y dejó que los tribunales substanciaran sin presiones un caso del que, tres años después, salió absuelta y con todos los pronunciamientos a su favor.