Patrones de comportamiento que, lejos de erradicarse, han saltado sin grandes mutaciones al ecosistema virtual, espejo al fin y al cabo del analógico, donde se han perpetuado, adaptándose a su lenguaje específico y aprovechando todo el potencial, a veces verdaderamente destructor, de sus canales de difusión. Insultos cargados de veneno misógino, desautorizaciones basadas única y exclusivamente en el sexo del emisor, acoso verbal y gráfico por medio de fotografías pornográficas y violentas, llegando en muchos casos a la extorsión.