El hecho de que el tema de los piropos esté tan definido respecto al sexo de quién lo dice y quién lo recibe es un dato importante que apunta a la evidencia de que la situación en que una persona evalúa públicamente el cuerpo de otra es producto de un sistema patriarcal machista, según el cual los hombres, por ser hombres, tienen un derecho, consolidado por una tradición de siglos, sobre las mujeres: el de evaluarlas (en especial su físico) públicamente, sin consideración a si a ellas puede o no apetecerles oír esa evaluación.