Una paradoja de nuestra época es que el ser humano es capaz de viajar por el espacio, estudiar la estructura íntima de la materia o cartografiar su propio mapa genético, pero seguir siendo un desconocido para sí mismo. Nuestra atención se proyecta continuamente hacia fuera, fascinada ante la complejidad y los misterios del mundo. Contamos con conexiones fáciles e instantáneas con el exterior -Internet, televisión, móviles...-, pero quizá no sabemos cómo acceder a nuestro interior.