Whatever

¿Elige una ola del mar dónde rompe? ¿Escoge una nube el momento en el que se precipita en forma de lluvia? Entonces, ¿por qué azares consideran los hombres estar en posición de regir su destino? Al final todo se resume en una simple cuestión de complejidad.

Nada escapa a la causalidad. Nada de lo hecho se deshace jamás. Y ya está escrito el destino de los hombres, sellado e inviolable desde el primer instante de la creación, si tal noción tiene sentido.

No hay por lo tanto error o acierto. La voluntad es una vana ilusión. ¿Cómo podría alguien, en ninguna medida, considerarse responsable de aquello sobre lo que en realidad no tiene ningún control?

Cada uno hace lo que ha de hacer y no existe error porque no existe opción. ¿Libertad? Las piedras son libres de desplomarse por las laderas y las olas de romper en los escollos de la costa. De seguir con precisión absoluta las invisibles leyes que nos gobiernan, que nos conforman.

Al final la única pregunta interesante es ¿por qué existe todo en lugar de nada? La nada a buen seguro no existe, allá en ningún lugar, como cabría esperar de ella. Pero, ¿y lo que sí existe? ¿Cuál es ese destino inevitable, ese indescifrable secreto insultantemente a la vista de todos?

Por qué y para qué, de dónde vamos y a dónde venimos. Tal vez las preguntas más viejas del pensamiento humano. Yo tampoco alcanzo a vislumbrar las entrañas de nuestro origen y la profecía de nuestro destino. Ambos a buen seguro ineluctables, tanto como desconocidos.

No me hallo en posición de librarme del peso de la inquietud ante lo ignoto e imprevisible pero poseo la llana tranquilidad de saber una verdad muy simple:

Lo que tiene que ser, será.

esperandoauntren.blogspot.com/2018/10/whatever.html