Frases y fragmentos de libros
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Arenas movedizas

Un hombre paseaba por la selva cuando, de pronto, bajo sus pies, comenzó a moverse el suelo.

En ese momento se dio cuenta de que había pisado arenas movedizas. En un principio intentó saltar, moverse rápidamente para escapar de allí, pero con cada movimiento que realizaba lo único que conseguía era hundirse aún más.

Finalmente, tras ver que era inútil su esfuerzo, dejó de luchar y comenzó a observar tranquilamente cómo le desaparecían las rodillas, luego los muslos, a los minutos la cintura...

Y así continuó hasta que, tras varias horas, la arena comenzó a taparle la boca.

Fue en ese momento cuando comenzó a ponerse nervioso y a gritar pidiendo ayuda.

-¡Socorro! ¡Socorro! -gritaba cada vez más fuerte- ¡Socorro!

Afortunadamente, a los pocos minutos, apareció un pastor que estaba por la zona.

Al verlo buscó rápidamente una rama para ofrecérsela y poder sacarlo de allí.

El hombre que se estaba ahogando agarró un extremo de la rama, pero no hizo el esfuerzo necesario para salir del todo. Cuando consiguió sacar la mitad de su cuerpo y la arena le llegaba por la cintura, soltó la rama.

-¡Pero venga! -gritó el pastor- ¡Vuelva a coger la rama y salga de una vez!

-No, no me hace falta salir, aquí estoy bien, tan solo quería poder respirar.

Cuento zen

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Charles Bukowski

Necesito verte, pero no te veo.

Necesito escucharte, pero no te escucho.

Necesito tocarte, pero no te toco.

Necesito pensarte...¡y es lo único que hago!

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Perlas ateas

“Fe significa no querer saber qué es verdad.”

Friedrich Nietzsche

“La religión es considerada por la gente común como verdadera, por los sabios como falsa, y por los gobernantes como útil.”

Séneca

“La creencia en lo sobrenatural refleja el fracaso de la imaginación.”

Edward Abbey

“Sigo diciendo que el que una iglesia tenga un pararrayos en el tejado, demuestra una falta de confianza e hipocresía mas allá de lo imaginable.”

Doug McLeod

“El mundo tiene dos clases de hombres - hombres inteligentes sin religión y hombres religiosos sin inteligencia.”

Abu'l-Ala al Ma'arri

“Desconfió de aquellas personas que saben muy bien lo que Dios quiere que ellos hagan, porque me doy cuenta que siempre coincide con sus propios deseos.”

Susan B. Anthony

“Todo lo que se puede afirmar sin pruebas, se puede rechazar sin pruebas.”

Christopher Hitchens

“Dios debería ser ejecutado por crímenes contra la humanidad.”

Bryan Emmanuel Gutiérrez

“Si resulta que hay un Dios, no creo que sea malo. Pero lo peor que se puede decir sobre él es que básicamente es un despreocupado.”

Woody Allen

“Los personajes y los acontecimientos descritos en la Biblia son ficticios. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. “

Penn y Teller

“El existencialismo no es una forma de ateísmo, más bien dice que, aunque dios existiera, nada cambiaría. “

Jean Paul Sartre

"Negar a Dios será la única forma de salvar el mundo. "

Friedrich Nietzsche

"La decisión cristiana de considerar que el mundo es feo y malo ha hecho al mundo feo y malo."

Friedrich Nietzsche

"La diferencia entre dios y yo es que yo existo."

Friedrich Nietzche

"La teología nunca ha sido de gran ayuda, es como buscar, a medianoche y en un sótano oscuro, a un gato negro que no está ahí".

Robert A. Heinlein

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Los seis ciegos y el elefante

Había una vez seis hindúes ciegos de saber que quisieron conocer qué era un elefante. Como no podían ver, quisieron averiguarlo a través del tacto.

El primero en indagar, llegó junto al elefante y se chocó con su duro lomo y dijo: “Es duro y liso como una pared”.

El segundo, tocó el colmillo, y gritó: “Ya veo, el elefante es tan agudo como una lanza”.

El tercer hombre tocó la trompa y dijo: “Ya sé, el elefante es como una serpiente”.

El cuarto tocó su rodilla y dijo: “Veo que el elefante es como un árbol”.

El quinto sabio se acercó a la oreja y dijo: “El elefante es como un abanico”.

Finalmente, el sexto tocó la cola del animal y dijo: “está claro que el elefante es como una soga”.

Así es como los sabios comenzaron a discutir y pelearse por ver quién estaba en lo cierto. Cada uno con su propia opinión, y todos tenían parte de razón, pero solo conocían un fragmento de la realidad.

 

Cuento atribuido a un sufí persa del siglo XIII conocido como Rumi

(Reflexionar acerca de la incapacidad de los seres humanos para comprender todos los planos de la realidad y una enseñanza acerca de la riqueza que supone tener diferentes perspectivas sobre un mismo asunto.)

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Cita de Javier Reverte

"Me pregunté si una de las razones para viajar a lugares remotos no será buscar el encuentro con paisajes que imaginamos al dormir o al leer libros bellos y que, al verlos, nos resultan familiares".

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Jack Kerouac introducción a "The Americans" de Robert Frank

Jack Kerouac introducción a "The Americans" de Robert Frank

“Después de ver estas fotos terminas finalmente sin saber si una máquina de discos es más triste que un ataúd.”

Jack Kerouac

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Cita de Terry Pratchett

“Dosflores era un turista, el primero del Mundodisco. Según decidió Rincewind, turista significaba «imbécil».”

 Terry Pratchett, The Color of Magic.

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La humanidad moderna es emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología de dioses

Edward O. Wilson: "La humanidad moderna se caracteriza por emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología propia de un dios. Somos una mezcla y, en muchos sentidos, todavía arcaicos, una especie arcaica en transición."

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¿Buena suerte? ¿Mala suerte? Quién sabe

En una aldea de China, hace muchos años, vivía un campesino junto a su único hijo. Los dos se pasaban las horas cultivando el campo sin más ayuda que la fuerza de sus manos. Se trataba de un trabajo muy duro, pero se enfrentaban a él con buen humor y nunca se quejaban de su suerte.

Un día, un magnífico caballo salvaje bajó las montañas galopando y entró en su granja atraído por el olor a comida. Descubrió que el establo estaba repleto de heno, zanahorias y brotes de alfalfa, así que ni corto ni perezoso, se puso a comer. El joven hijo del campesino lo vio y pensó:

– ¡Qué animal tan fabuloso! ¡Podría servirnos de gran ayuda en las labores de labranza!

Sin dudarlo, corrió hacia la puerta del cercado y la cerró para que no pudiera escapar.

En pocas horas la noticia se extendió por el pueblo. Muchos vecinos se acercaron a felicitar a los granjeros por su buena fortuna ¡No se encontraba un caballo como ese todos los días!

El alcalde, que iba en la comitiva, abrazó con afecto al viejo campesino y le susurró al oído:

– Tienes un precioso caballo que no te ha costado ni una moneda… ¡Menudo regalo de la naturaleza! ¡A eso le llamo yo tener buena suerte!

El hombre, sin inmutarse, respondió:

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!

Los vecinos se miraron y no entendieron a qué venían esas palabras ¿Acaso no tenía claro que era un tipo afortunado? Un poco extrañados, se fueron por donde habían venido.

A la mañana siguiente, cuando el labrador y su hijo se levantaron, descubrieron que el brioso caballo ya no estaba. Había conseguido saltar la cerca y regresar a las montañas. La gente del pueblo, consternada por la noticia, acudió de nuevo a casa del granjero. Uno de ellos, habló en nombre de todos.

– Venimos a decirte que lamentamos muchísimo lo que ha sucedido. Es una pena que el caballo se haya escapado. ¡Qué mala suerte!

Una vez más, el hombre respondió sin torcer el gesto y mirando al vacío.

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!

Todos se quedaron pensativos intentando comprender qué había querido decir de nuevo con esa frase tan ambigua, pero ninguno preguntó nada por miedo a quedar mal.

Pasaron unos días y el caballo regresó, pero esta vez no venía solo sino acompañado de otros miembros de la manada entre los que había varias yeguas y un par de potrillos. Un niño que andaba por allí cerca se quedó pasmado ante el bello espectáculo y después, muy emocionado, fue a avisar a todo el mundo.

Muchísimos curiosos acudieron en tropel a casa del campesino para felicitarle, pero su actitud les defraudó; a pesar de que lo que estaba ocurriendo era algo insólito, él mantenía una calma asombrosa, como si no hubiera pasado nada. Una mujer se atrevió a levantar la voz:

– ¿Cómo es posible que estés tan tranquilo? No sólo has recuperado tu caballo, sino que ahora tienes muchos más. Podrás venderlos y hacerte rico ¡Y todo sin mover un dedo! ¡Pero qué buena suerte tienes!

Una vez más, el hombre suspiró y contestó con su tono apagado de siempre:

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!

Desde luego, pensaban todos, su comportamiento era anormal y sólo le encontraban una explicación: o era un tipo muy raro o no estaba bien de la cabeza ¿Acaso no se daba cuenta de lo afortunado que era?

Pasaron unas cuantas jornadas y el hijo del campesino decidió que había llegado la hora de domar a los caballos. Al fin y al cabo eran animales salvajes y los compradores sólo pujarían por ellos si los entregaba completamente dóciles.

Para empezar, eligió una yegua que parecía muy mansa. Desgraciadamente, se equivocó. En cuanto se sentó sobre ella, la jaca levantó las patas delanteras y de un golpe seco le tiró al suelo. El joven gritó de dolor y notó un crujido en el hueso de su rodilla derecha.

No quedó más remedio que llamar al doctor y la noticia corrió como la pólvora. Minutos después, decenas de cotillas se plantaron otra vez allí para enterarse bien de lo que había sucedido. El médico inmovilizó la pierna rota del chico y comunicó al padre que tendría que permanecer un mes en reposo sin moverse de la cama.

El panadero, que había salido disparado de su obrador sin ni siquiera quitarse el delantal manchado de harina, se adelantó unos pasos y le dijo al campesino:

– ¡Cuánto lo sentimos por tu hijo! ¡Menuda desgracia, qué mala suerte ha tenido el pobrecillo!

Cómo no, la respuesta fue clara:

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!

Los vecinos ya no sabían qué pensar ¡Qué hombre tan extraño!

El chico estuvo convaleciente en la cama muchos días y sin poder hacer nada más que mirar por la ventana y leer algún que otro libro. Se sentía más aburrido que un pingüino en el desierto pero si quería curarse, tenía que acatar los consejos del doctor.

Una tarde que estaba medio dormido dejando pasar las horas, entró por sorpresa el ejército en el pueblo. Había estallado la guerra en el país y necesitaban reclutar muchachos mayores de dieciocho años para ir a luchar contra los enemigos. Un grupo de soldados se dedicó a ir casa por casa y como era de esperar, también llamaron a la del campesino.

– Usted tiene un hijo de veinte años y tiene la obligación de unirse a las tropas. ¡Estamos en guerra y debe luchar como un hombre valiente al servicio de la nación!

El anciano les invitó a pasar y les condujo a la habitación donde estaba el enfermo. Los soldados, al ver que el chico tenía el cuerpo lleno de magulladuras y la pierna vendada hasta la cintura, se dieron cuenta de que estaba incapacitado para ir a la guerra; a regañadientes, escribieron un informe que le libraba de prestar el servicio y continuaron su camino.

Muchos vecinos se acercaron, una vez más, a casa del granjero. Uno de ellos, exclamó:

– Estamos destrozados porque nuestros hijos han tenido que alistarse al ejército y van camino de la guerra. Quizá jamás les volvamos a ver, pero en cambio, tu hijo se ha salvado ¡Qué buena suerte tenéis!

¿Sabes qué respondió el granjero?…

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!

Adaptación de un cuento popular chino

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Cielo e infierno

Un samurái le pidió a su maestro que le explicara la diferencia entre el cielo y el infierno.

Sin responderle, el maestro se puso a dirigirle gran cantidad de insultos.

Furioso, el samurai desenvaino su sable para decapitarle.

 -He aquí el infierno- dijo el maestro antes que el samurai pasara a la acción.

 El guerrero impresionado por la respuesta del maestro se calmo al instante y volvió a enfundar el sable.

 Al hacer este ultimo gesto, el maestro añadió:

 -He aquí el cielo

Alejandro Jodorowsky

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Proverbio árabe

"La palabra dentro de ti es tu esclava, fuera de ti, tu dueña."

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La Ventana del Hospital (Cuento)

Dos hombres, seriamente enfermos, ocupaban la misma habitación en el hospital. A uno de ellos se le permitía estar sentado una hora todas las tardes para que los pulmones drenaran sus fluidos. Su cama daba a la única ventana de la habitación.

El otro hombre tenía que estar tumbado todo el tiempo. Los dos se hablaban mucho. De sus mujeres y familiares, de sus casas, trabajos, el servicio militar, dónde habían estado de vacaciones.

Y todas las tardes el hombre que se podía sentar frente a la ventana, se pasaba el tiempo describiendo a su compañero lo qué veía por la ventana. Éste, solamente vivía para esos momentos donde su mundo se expandía por toda la actividad y color del mundo exterior.

La ventana daba a un parque con un bonito lago. Patos y cisnes jugaban en el agua mientras los niños capitaneaban sus barcos teledirigidos. Jóvenes amantes andaban cogidos de la mano entre flores de cada color del arco iris. Grandes y ancestros árboles embellecían el paisaje, y una fina línea del cielo sobre la ciudad se podía ver en la lejanía.

Mientras el hombre de la ventana describía todo esto con exquisito detalle, el hombre al otro lado de la habitación cerraba sus ojos e imaginaba la pictórica escena.

Una cálida tarde el hombre de la ventana describió un desfile en la calle. Aunque el otro hombre no podía oír la banda de música- se la imaginaba conforme el otro le iba narrando todo con pelos y señales. Los días y las semanas pasaron.

Una mañana, la enfermera entró para encontrase el cuerpo sin vida del hombre al lado de la ventana, el cual había muerto tranquilamente mientras dormía.

Se puso muy triste y llamó al doctor para que se llevaran el cuerpo.

Tan pronto como consideró apropiado, el otro hombre preguntó si se podía trasladar al lado de la ventana.

La enfermera aceptó gustosamente, y después de asegurarse de que el hombre estaba cómodo, le dejó solo.

Lentamente, dolorosamente, se apoyó sobre un codo para echar su primer vistazo fuera de la ventana. Finalmente tendría la posibilidad de verlo todo con sus propios ojos.

Se retorció lentamente para mirar fuera de la ventana que estaba al lado de la cama. Daba a un enorme muro blanco. El hombre preguntó a la enfermera qué había pretendido el difunto compañero contándole aquel maravilloso mundo exterior.

Y ella dijo: - Quizás sólo quería animarle.

Cuento anónimo (que yo sepa)

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"Saudade"

Palabra portuguesa que no tiene traducción literal; significa una profunda añoranza de algo o de alguien que ya no está y que quizá nunca vuelva. Una especie de híper nostalgia ultra conmovedora. El amor que persiste cuando alguien se ha ido.

Mhairi McFarlane

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EL Ermitaño

En la corte real tuvo lugar un fastuoso banquete. Todo se había dispuesto de tal manera que cada persona se sentaba a la mesa de acuerdo con su rango. Todavía no había llegado el monarca al banquete, cuando apareció un ermitaño muy pobremente vestido y al que todos tomaron por un pordiosero.

Sin vacilar un instante, el ermitaño se sentó en el lugar de mayor importancia. Este insólito comportamiento indignó al primer ministro, quien, ásperamente, le preguntó:

– ¿Acaso eres un visir?

– Mi rango es superior al de visir – repuso el ermitaño.

– ¿Acaso eres un primer ministro?

– Mi rango es superior al de primer ministro.

Enfurecido, el primer ministro inquirió:

– ¿Acaso eres el mismo rey?

– Mi rango es superior al del rey.

– ¿Acaso eres Dios? -preguntó mordazmente el primer ministro.

– Mi rango es superior al de Dios. Fuera de sí, el primer ministro vociferó:

– ¡Nada es superior a Dios!

Y el ermitaño dijo con mucha calma:

– Ahora sabes mi identidad. Esa nada soy yo.

Cuento sufí

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El tesoro escondido

Un poco antes de que la humanidad existiera, se reunieron varios maestros y ángeles para esconder un secreto.

Uno de ellos dijo: «Debemos esconder algo, pero, ¿qué les escondemos?».

Después de mucho pensar uno dijo: «¡Ya sé!, vamos a esconderles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la puedan encontrar».

Propuso el primero: «Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo», a lo que inmediatamente repuso otro: «no, recuerda que tienen fuerza, y alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está».

Luego propuso otro: «Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar», y otro contestó: «No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien construirá algún aparato para poder bajar y entonces la encontrará».

Uno más dijo: «Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra». Y le dijeron: «No, recuerda que les dimos inteligencia, y un día alguien va a construir una nave en la que pueda viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad».

El último de ellos era un ángel que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás. Analizó cada una de ellos y entonces dijo: «Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren».

Todos quedaron asombrados y preguntaron al unísono: «¿Dónde?».

El ángel respondió: «La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán».

Todos estuvieron de acuerdo y desde entonces ha sido así: el hombre se pasa la vida buscando la felicidad fuera sin saber que la trae consigo.

Autor desconocido (al menos por el menda)

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Cita del "Dicionario del Diablo"

Patriota

s. El que considera superiores los intereses de la parte a los intereses del todo. Juguete de los políticos e instrumento de conquistadores.

Ambrose Bierce

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Locura humana

Estaban varios animales en una granja hablando sobre los seres humanos cuando, de pronto, el gallo hizo una pregunta.

-A ver, ¿a qué no sabéis qué es lo más divertido de los seres humanos?

-No, ¿qué?, ¿qué?, ¿qué? -preguntaron todos a la vez.

-Bueno, pues que siempre piensan lo contrario de lo que hacen, ¡están locos!

Y todos los animales comenzaron a reír.

-Por ejemplo -continuó el gallo-, tienen mucha prisa por crecer y cuando son mayores se lamentan porque su infancia pasó muy deprisa.

-Es verdad, es verdad -contestó el perro-. Además, están toda la vida trabajando y trabajando, pierden incluso la salud para tener dinero, y después, cuando son viejos, pierden el dinero para tener salud.

Todos los animales continuaron riendo.

-Y si os habéis fijado -intervino la vaca-, están siempre pensando en el futuro o en el pasado y la mayoría de veces no saben lo que están haciendo en el presente.

-Y yo que los conozco de cerca -añadió el perro-, viven como si no fueran a morir nunca y en cambio, la mayoría de ellos mueren como si no hubiesen vivido.

Cuento Popular

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Lo que, al morirse, dijo un genovés a su alma

Un día hablaba el Conde Lucanor con su consejero Patronio y le contaba lo siguiente:

-Patronio, gracias a Dios yo tengo mis tierras bien cultivadas y pacificadas, así como todo lo que preciso según mi estado y, por suerte, quizás más, según dicen mis iguales y vecinos, algunos de los cuales me aconsejan que inicie una empresa de cierto riesgo. Pero aunque yo siento grandes deseos de hacerlo, por la confianza que tengo en vos no la he querido comenzar hasta hablaros, para que me aconsejéis lo que deba hacer en este asunto.

-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que hagáis lo más conveniente, me gustaría mucho contaros lo que le sucedió a un genovés.

El conde le pidió que así lo hiciera.

Patronio comenzó:

-Señor Conde Lucanor, había un genovés muy rico y muy afortunado, en opinión de sus vecinos. Este genovés enfermó gravemente y, notando que se moría, reunió a parientes y amigos y, cuando estos llegaron, mandó llamar a su mujer y a sus hijos; se sentó en una sala muy hermosa desde donde se veía el mar y la costa; hizo traer sus joyas y riquezas y, cuando las tuvo cerca, comenzó a hablar en broma con su alma:

»-Alma, bien veo que quieres abandonarme y no sé por qué, pues si buscas mujer e hijos, aquí tienes unos tan maravillosos que podrás sentirte satisfecha; si buscas parientes y amigos, también aquí tienes muchos y muy distinguidos; si buscas plata, oro, piedras preciosas, joyas, tapices, mercancías para traficar, aquí tienes tal cantidad que nunca ambicionarás más; si quieres naves y galeras que te produzcan riqueza y aumenten tu honra, ahí están, en el puerto que se ve desde esta sala; si buscas tierras y huertas fértiles, que también sean frescas y deleitosas, están bajo estas ventanas; si quieres caballos y mulas, y aves y perros para la caza y para tu diversión,  y hasta juglares para que te acompañen y distraigan; si buscas casa suntuosa, bien equipada con camas y estrados y cuantas cosas son necesarias, de todo esto no te falta nada. Y pues no te das por satisfecha con tantos bienes ni quieres gozar de ellos, es evidente que no los deseas. Si prefieres ir en busca de lo desconocido, vete con la ira de Dios, que será muy necio quien se aflija por el mal que te venga.

»Y vos, señor Conde Lucanor, pues gracias a Dios estáis en paz, con bien y con honra, pienso que no será de buen juicio arriesgar todo lo que ahora poseéis para iniciar la empresa que os aconsejan, pues quizás esos consejeros os lo dicen porque saben que, una vez metido en ese asunto, por fuerza habréis de hacer lo que ellos quieran y seguir su voluntad, mientras que ahora que estáis en paz, siguen ellos la vuestra. Y quizás piensan que de este modo podrán medrar ellos, lo que no conseguirían mientras vos viváis en paz, y os sucedería lo que al genovés con su alma; por eso prefiero aconsejaros que, mientras podáis vivir con tranquilidad y sosiego, sin que os falte nada, no os metáis en una empresa donde tengáis que arriesgarlo todo.

Al conde le agradó mucho este consejo que le dio Patronio, obró según él y obtuvo muy buenos resultados.

Y cuando don Juan oyó este cuento, lo consideró bueno, pero no quiso hacer otra vez versos, sino que lo terminó con este refrán muy extendido entre las viejas de Castilla:

El que esté bien sentado, no se levante.

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Javier Tomeo

„¿Y si hubiésemos llegado a unos tiempos de locura en los que los hombres tampoco pudiésemos elegir nuestros puntos cardinales?“

Javier Tomeo -Wikipedia-

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“El mundo de Leland”

"Comprendí que las lágrimas no podrían hacer que alguien que había muerto volviera a vivir. También aprendí otra cosa sobre las lágrimas, con ellas no puedes hacer que alguien que ya no te quiere vuelva a quererte. 

Lo mismo ocurre con las oraciones. 

Me pregunto, qué porcentaje de su vida desperdicia la gente llorando y rezando a Dios para que cosas que han pasado no hubiesen pasado.”

Matthew Ryan Hoge

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Cita de Noam Chomsky

"La estructura de las creencias es tan fuerte que permite que algunos tipos de violencia se justifiquen o ni siquiera sean considerados como violencia. Así, vemos que no se habla de asesinados sino de bajas, y que no se menciona la guerra sino la lucha por la libertad."

Noam Chomsky

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“En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza..."

“En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo.”

 Ramón María del Valle-Inclán, Luces de bohemia.

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Cita de Stefan Zweig

Aquellos que anuncian que luchan a favor de Dios son siempre los hombres menos pacíficos de la Tierra. Como creen percibir mensajes celestiales, tienen sordos los oídos para toda palabra de humanidad.

Sobre el autor

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Cuento - Aprendiendo a decir adiós

Hace años, durante una visita a mi casa, al rabino Carlajeb, contó este profundo relato.

Hace tiempo, el Rey de la Tristeza quería ver si todo estaba bien en el mundo. Quería, principalmente, ver si todos sus súbditos estaban tristes, porque la persona que está realmente triste, es la más feliz ante la presencia de otras tristes almas.

El Rey de la Tristeza visitó su reino completo y descubrió que el mundo entero se sentía miserable. Ni una sola persona estaba contenta o satisfecha. El rey no podría haber estado más feliz.

Sin embargo, mientras regresaba a su ciudad capital, el rey vio algo sumamente desconcertante y terrible. A la distancia estaba un hombre sentado en un porche roto y viejo, sobre una silla vieja y desvencijada, con nada más que sobras de comida frente a él, las cuales estaban en un viejo y quebrado plato. Este hombre estaba cantando y tocando la guitarra. ¡Sin duda alguna, este hombre estaba feliz! 

El rey se quedó anonadado y temeroso, porque sabía demasiado bien que una persona feliz podía destruir completamente su reino. Sabía que tenía que observar a este hombre, pues nadie excepto él mismo era capaz de realizar estas labores. La tristeza debía ser cuidada a todo costo.

El rey se disfrazó con harapos y acercó al hombre, diciendo:

-No creo que nos hayamos conocido. ¿Quién eres?

El hombre contestó:

-Todos me conocen. Soy El Gran Arreglador. Yo voy por las calles del mudo gritando: ¡soy El Gran Arreglador! Háganme entrar a sus destruidos hogares, sus destruidas vidas, sus corazones rotos. No te preocupes por el costo. Tan sólo unos centavos son suficientes para comprarme un pequeño festín, porque uno debe festejar a cualquier costo.

El rey estaba alterado. Sabía que la gente triste nunca festejaba. La comida ha perdido su sabor para el corazón entristecido. Él sabía que su reino estaría en riesgo si la gente comenzaba a festejar a pesar de estar sentados en sus derruidos porches, sobre sus resquebrajadas sillas, alimentando sus rotos corazones y comiendo sobras.

El rey diseño un plan. Al siguiente día, cuando El Gran Arreglador comenzó a caminar por las calles invitando a la gente a darle entrada a sus vidas rotas, alguien gritó desde una ventana:

-¿Qué te sucede? ¿No sabes que el rey decretó que arreglar es ahora ilegal?

La situación se veía difícil para El Gran Arreglador, pero sin duda alguna, una persona no puede estar feliz sin un pequeño festejo. Por lo tanto, El Arreglador se acercó a un hombre que cortaba madera y le preguntó si podía realizar su trabajo por algunos centavos. El hombre estuvo de acuerdo, y aquella noche, después de comprar una pequeña porción de la comida más barata disponible, El Arreglador hizo una fiesta.

El rey apareció en la casa del Arreglador y lo vio cantando. Estaba intrigado, y por lo tanto le preguntó:

-¿Qué hay de nuevo?

El Arreglador contestó que el rey estaba loco, porque había prohibido arreglar.

El rey dijo:

-Si eso es así ¿Por qué estás cantando? ¿Por qué tienes un festín?

El arreglador le dijo que había encontrado un trabajo como leñador, y que había hecho tan buena labor, que había sido invitado al siguiente día para ganarse unos cuantos centavos más.

Al siguiente día, cuando El Gran Arreglador se acercó al hombre para el cual cortaba leña, lo encontró en estado de desmayo.

-Siento mucho tener que decirte esto, pero recién me enteré que el rey emitió un nuevo decreto prohibiendo el corte de leña. Tendrás que irte.

La situación se veía mal para El Gran Arreglador, pero se rehusó a darse por vencido, y pensó para sí mismo: “tengo que seguir andando por las calles del mundo buscando algo más para hacer, para poder hacer mi festejo”.

El arreglador estaba de camino, cuando vio una rica y hermosa mujer barriendo su porche, vestida con sus mejores ropas. El Arreglador le preguntó por qué estaba haciendo eso, y ella respondió que su sirvienta la había abandonado. El Arreglador ofreció hacer este trabajo a cambio de unos cuantos centavos, y esa noche, el festejo fue definitivo.

El rey, nuevamente disfrazado, apareció una vez más en medio de la comida y le preguntó al Arreglador:

-¿Cómo le haces? Pensé que cortar la leña estaba prohibido.

El Arreglador contestó:

-Tienes razón. El rey está más loco que nunca, por lo que hoy encontré un nuevo trabajo: barro pisos.

Por supuesto que El Arreglador llegó al siguiente día para encontrarse con que barrer había sido prohibido.

Esto fue seguido de prohibiciones para hornear, hacer jardinería, pintar y construir. Lo que fuera que encontraba El Arreglador para hacer, inmediatamente lo prohibía el rey y al siguiente día. Muy pronto el reino estaba en ruinas.

Sin embargo, El Arreglador se rehusaba a desesperarse. Había que encontrar la manera de ganarse unos centavos.

Decidió que no tenía más remedio que unirse al ejército del rey. Los soldados siempre eran necesarios, y a pesar de que generalmente se les pagaba quincenalmente, El Arreglador fue capaz de convenir un contrato especial con el capitán del rey, que le permitía recibir algunos centavos cada noche. Ser soldado (y matar) era lo más lejano al carácter de El Arreglador, pero decidió que podía marchar todo el día de un lado al otro batiendo su espada, pretendiendo ser leal al rey. Cada día recibía sus centavos, y en la noche se sentaba en su pequeño festejo.

Un día, el rey estaba revisando a sus tropas, y vio a un hombre marchando con una sonrisa en el rostro. Esa noche, una vez más disfrazado, se acercó a El Arreglador durante su festejo y le preguntó:

-¿Cómo le hiciste?

El Arreglador le respondió:

-El rey está más loco que nunca, su reino se está destruyendo, pero un arreglador siempre encuentra la manera. Negocié con el capitán y ahora tengo la seguridad de un festejo cada noche. Puedo batir mi espada como el mejor de ellos.

Por supuesto que el Rey de la Tristeza estaba furioso. Le prohibió al capitán pegarle a El Arreglador cada noche, y una vez más este tuvo que cambiar sus hábitos.

Ese día, mientras estaban marchando, El Arreglador pasó por una tienda de empeño y tuvo una idea. Después de las maniobras, fue a la tienda a cambiar su espada. ¡Recibió suficiente dinero para festejar por años!

Sin embargo, los soldados deben tener una espada. El Arreglador encontró un pedazo de madera delgada y la cubrió con papel de plata. La colocó en su lugar y regresó a la diaria rutina de marchar con los dolados.

El siguiente día, el rey, vistiendo las ropas de un soldado común, se acercó a El Arreglador. Riendo, El Arreglador le dijo cómo había ganado una vez más la partida al rey: empeñando su espada.

El rey estaba encantado de escuchar esto, ya que la ley del país establecía que cualquier soldado sin espada sería condenado a muerte. El rey diseñó un plan.

Fue con el capitán para saber quién sería ejecutado ese día, y le dio instrucciones al capitán para que hiciera que El Arreglador fuera quien ejecutara al criminal. El rey estaría presente, y todos verían la caída de El Arreglador.

Una gran multitud se había reunido en el lugar de la ejecución, con el Rey de la Tristeza sentado en lo alto de su trono.

El capitán se acercó a El Arreglador y le dio instrucciones de matar al condenado con su espada. Sin embargo, El Arreglador no estaba preocupado. Se volvió para mirar al rey y a las personas y declaró:

-Soy un curador de corazones rotos. Nunca en mi vida he matado a nadie y no mataré el día de hoy.

El Rey de la Tristeza estaba delirante de felicidad y dijo en voz alta:

-Si no matas inmediatamente a este hombre, tú serás ejecutado ahora mismo.

Tranquilamente, El Arreglador respondió para que todos oyeran:

-Amigos míos, todos ustedes me conocen. Soy El Gran Arreglador. Ustedes me dejaron entrar a sus derruidos hogares, sus corazones rotos, sus quebrantaras vidas. Saben que yo construyo, no destruyo. Doy esperanza, no creo desesperación. Y por lo tanto, si mi mensaje es real, este hombre vivirá, y regresará a casa. Si es falso, este hombre morirá.

El Arreglador removió su espada de su lugar y la enterró en el estómago del hombre. Por supuesto que se deshizo, y el hombre quedó libre.

¿Y El Arreglador? Regresó a cantar una nueva canción en su silla rota, en su derruido porche, festejando.

Marcelo Rittner - Aprendiendo a decir adiós

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