Frases y fragmentos de libros
36 meneos
162 clics

La humanidad moderna es emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología de dioses

Edward O. Wilson: "La humanidad moderna se caracteriza por emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología propia de un dios. Somos una mezcla y, en muchos sentidos, todavía arcaicos, una especie arcaica en transición."

27 9 0 K 55
27 9 0 K 55
34 meneos
232 clics

El culto a la ignorancia

En Estados Unidos se rinde culto a la ignorancia, y siempre ha sido así. El anti-intelectualismo ha sido una constante en nuestra vida política y cultural, alimentado por la falsa noción de que la democracia significa que "mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento".

Cita de Isaac Asimov del artículo "El culto a la ignorancia" publicado en la revista Newsweek el 21 de enero de 1980.

26 8 0 K 41
26 8 0 K 41
33 meneos
111 clics

“En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza..."

“En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo.”

 Ramón María del Valle-Inclán, Luces de bohemia.

25 8 0 K 43
25 8 0 K 43
47 meneos
235 clics

Cita de Terry Pratchet

“A los dioses no les gusta que las personas no trabajen mucho. Las personas que no están ocupadas continuamente pueden empezar a pensar.”

Terry Pratchet

25 22 0 K 41
25 22 0 K 41
42 meneos
127 clics

Cita de Stefan Zweig

Aquellos que anuncian que luchan a favor de Dios son siempre los hombres menos pacíficos de la Tierra. Como creen percibir mensajes celestiales, tienen sordos los oídos para toda palabra de humanidad.

Sobre el autor

23 19 0 K 41
23 19 0 K 41
36 meneos
287 clics

El puesto de jardinero (Cuento Chino)

Un rey había construido una gran casa con un precioso jardín y buscaba un jardinero que se pudiera ocupar de cuidarlo.

Como el trabajo iba a ser para varios años, quería contratar a un buen profesional, pero, sobre todo, quería que fuera una persona de confianza, por eso pensó en someter a una prueba a todos los que se presentaran al puesto.

Anunció que daría una semilla diferente a cada uno y que los citaría de nuevo pasados seis meses. Quien trajera la planta mejor cuidada sería la persona elegida.

Pasaron los seis meses y todos los candidatos desfilaban por el jardín con sus exuberantes y preciosas plantas. Todos excepto uno que había traído una maceta vacía, solo con la tierra, sin nada que brotara en su interior.

Al verlo, todos los demás se rieron de él, pues ni siquiera había conseguido que su semilla germinase.

El rey comenzó a observar y admirar cada una de las plantas que le enseñaban, a cada cual mejor: grandes, con mucho colorido, con preciosas hojas... hasta que llegó al jardinero que tenía la maceta vacía.

-¿Qué ha ocurrido aquí? -preguntó el rey.

-Verá, su majestad... -contestó avergonzado el jardinero-. Lo he intentado todo, le puse la mejor tierra y agua, la coloqué en diferentes lugares para que tuviera sol y también sombra... incluso le he cantado canciones, pero nada, no he sido capaz de hacer germinar la semilla.

-¿Y aun así has venido con la maceta vacía?

-Sí, aun a pesar de que sabía que todos los demás se iban a reír de mí, de que iba a pasar esta vergüenza, he venido, pues quería al menos explicarle que he hecho todo lo que estaba en mi mano.

-Está bien... -le dijo el rey mientras ya se iba a revisar el resto de plantas.

Cuando ya las había visto todas se subió a un pequeño escenario y desde allí se dirigió a todos los candidatos.

-Bueno, creo que ya tengo un ganador, ya sé quién cuidará de mi jardín a partir de ahora -y, señalando al candidato que había traído la maceta vacía, anunció-. Serás tú, el que no ha conseguido que su semilla germine.

En ese momento comenzó un pequeño revuelo entre todos los asistentes, muchos protestaban y se mostraban indignados ante una decisión que no entendían.

-Veréis, es cierto que necesito un buen jardinero, pero lo que más necesito es un trabajador honrado.

Me he quedado muy decepcionado al saber que ha sido el único que ha traído la maceta vacía, todos los demás me habéis engañado, pues las semillas que os entregué eran estériles.

Cuento popular chino.

22 14 0 K 85
22 14 0 K 85
28 meneos
313 clics

La mujer perfecta

Mohamed conversaba con un amigo: —Entonces, ¿nunca pensaste en casarte? —Sí, pensé —respondió Mohamed—. En mi juventud resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco y conocí a una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo. Continué viajando y fui a Isfahan; allí encontré a una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita. Entonces, resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa y conocedora de la realidad material. —¿Y por qué no te casaste con ella? —¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto.

Cuento Sufí

22 6 0 K 57
22 6 0 K 57
40 meneos
145 clics

Cita del "Dicionario del Diablo"

Patriota

s. El que considera superiores los intereses de la parte a los intereses del todo. Juguete de los políticos e instrumento de conquistadores.

Ambrose Bierce

21 19 0 K 60
21 19 0 K 60
26 meneos
96 clics

Cita de Kapuscinski

"Las guerras siempre empiezan mucho antes de que se oiga el primer disparo, comienzan con un cambio de vocabulario en los medios."

Ryszard Kapuscinski.

18 8 0 K 35
18 8 0 K 35
21 meneos
40 clics
La civilización de la basura -  Félix Rodríguez de la Fuente

La civilización de la basura - Félix Rodríguez de la Fuente

Fragmento del programa "Planeta Azul" donde Félix Rodríguez de la Fuente se refiere a "la civilización de la basura". Agosto de 1972.
18 3 0 K 33
18 3 0 K 33
34 meneos
344 clics

Todos tenemos grietas

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota sólo tenía la mitad del agua.

Durante dos años completos esto fue así diariamente, desde luego la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.

Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole:

«Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir”.

El aguador, apesadumbrado, le dijo compasivamente:

«Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.»

Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchas flores hermosas a lo largo del camino, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.

El aguador le dijo entonces:

«¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Maestro. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.»

Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.

Quien nos quiere, nos quiere como somos, querer a alguien implica quererlo como es, sin pretender cambiarlo, tal y como es, es perfecto.

Cuento Zen

19 15 1 K 80
19 15 1 K 80
22 meneos
81 clics

La guerra...

"La guerra no determina quién tiene la razón, sólo quién queda."

Bertrand Russell.

17 5 0 K 45
17 5 0 K 45
24 meneos
86 clics

Kapitalismo

¿De qué sirve decir la verdad sobre el fascismo que se condena si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina?

Bertl Brech

A la que añado:

La ley básica del capitalismo es tú o yo, no tú y yo

Karl Liebknecht. »

18 6 1 K 74
18 6 1 K 74
19 meneos
87 clics

El hacer (y el deshacer)

"Quien quiere hacer algo encuentra un medio. Quien no quiere hacer nada encuentra una excusa”.

Proverbio arabe

16 3 0 K 43
16 3 0 K 43
21 meneos
273 clics

La vaca, la cabra, la oveja y el león (fábula)

La vaca, la cabra y la oveja, acostumbrada a sufrir la injusticia, formaron sociedad con el león en los bosques. Como hubiesen capturado un ciervo de gran tamaño, el león, hechas las partes, habló de este modo: «Yo me llevo la primera, en virtud de mi título, pues se me trata de rey; la segunda, porque soy copropietario , me la otorgaréis a mí; luego, porque soy más poderoso, la tercera se vendrá conmigo; si alguno intenta tocar la cuarta, lo pasará mal»

Esopo

16 5 0 K 66
16 5 0 K 66
20 meneos
107 clics

El brahmín

Era en el norte de la India, allí donde las montañas son tan elevadas que parece como si quisieran acariciar las nubes con sus picos.

En un pueblecillo perdido en la inmensidad del Himalaya se reunieron un asceta, un peregrino y un brahmín.

Comenzaron a comentar cuánto dedicaban a Dios cada uno de ellos de aquellas limosnas que recibían de los fieles.

El asceta dijo:

-Mirad, yo lo que acostumbro a hacer es trazar un círculo en el suelo y lanzar las monedas al aire. Las que caen dentro del círculo me las quedo para mis necesidades y las que caen fuera del círculo se las ofrendo al Divino.

Entonces intervino el peregrino para explicar:

-Sí, también yo hago un círculo en el suelo y procedo de la misma manera, pero, por el contrario, me quedo para mis necesidades con las monedas que caen fuera del círculo y doy al Señor las que caen dentro del mismo.

Por último, habló el brahmín para expresarse de la siguiente forma:

-También yo, queridos compañeros, dibujo un círculo en el suelo y lanzo las monedas al aire. Las que no caen, son para Dios y las que caen las guardo para mis necesidades.

“El Maestro dice: Así proceden muchas personas que se dicen religiosas. Tienen dos rostros y uno es todavía más falso que el otro.”

Cuento clásico de la India

 

 

 

16 4 0 K 67
16 4 0 K 67
23 meneos
162 clics

¿Buena suerte? ¿Mala suerte? Quién sabe

En una aldea de China, hace muchos años, vivía un campesino junto a su único hijo. Los dos se pasaban las horas cultivando el campo sin más ayuda que la fuerza de sus manos. Se trataba de un trabajo muy duro, pero se enfrentaban a él con buen humor y nunca se quejaban de su suerte.

Un día, un magnífico caballo salvaje bajó las montañas galopando y entró en su granja atraído por el olor a comida. Descubrió que el establo estaba repleto de heno, zanahorias y brotes de alfalfa, así que ni corto ni perezoso, se puso a comer. El joven hijo del campesino lo vio y pensó:

– ¡Qué animal tan fabuloso! ¡Podría servirnos de gran ayuda en las labores de labranza!

Sin dudarlo, corrió hacia la puerta del cercado y la cerró para que no pudiera escapar.

En pocas horas la noticia se extendió por el pueblo. Muchos vecinos se acercaron a felicitar a los granjeros por su buena fortuna ¡No se encontraba un caballo como ese todos los días!

El alcalde, que iba en la comitiva, abrazó con afecto al viejo campesino y le susurró al oído:

– Tienes un precioso caballo que no te ha costado ni una moneda… ¡Menudo regalo de la naturaleza! ¡A eso le llamo yo tener buena suerte!

El hombre, sin inmutarse, respondió:

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!

Los vecinos se miraron y no entendieron a qué venían esas palabras ¿Acaso no tenía claro que era un tipo afortunado? Un poco extrañados, se fueron por donde habían venido.

A la mañana siguiente, cuando el labrador y su hijo se levantaron, descubrieron que el brioso caballo ya no estaba. Había conseguido saltar la cerca y regresar a las montañas. La gente del pueblo, consternada por la noticia, acudió de nuevo a casa del granjero. Uno de ellos, habló en nombre de todos.

– Venimos a decirte que lamentamos muchísimo lo que ha sucedido. Es una pena que el caballo se haya escapado. ¡Qué mala suerte!

Una vez más, el hombre respondió sin torcer el gesto y mirando al vacío.

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!

Todos se quedaron pensativos intentando comprender qué había querido decir de nuevo con esa frase tan ambigua, pero ninguno preguntó nada por miedo a quedar mal.

Pasaron unos días y el caballo regresó, pero esta vez no venía solo sino acompañado de otros miembros de la manada entre los que había varias yeguas y un par de potrillos. Un niño que andaba por allí cerca se quedó pasmado ante el bello espectáculo y después, muy emocionado, fue a avisar a todo el mundo.

Muchísimos curiosos acudieron en tropel a casa del campesino para felicitarle, pero su actitud les defraudó; a pesar de que lo que estaba ocurriendo era algo insólito, él mantenía una calma asombrosa, como si no hubiera pasado nada. Una mujer se atrevió a levantar la voz:

– ¿Cómo es posible que estés tan tranquilo? No sólo has recuperado tu caballo, sino que ahora tienes muchos más. Podrás venderlos y hacerte rico ¡Y todo sin mover un dedo! ¡Pero qué buena suerte tienes!

Una vez más, el hombre suspiró y contestó con su tono apagado de siempre:

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!

Desde luego, pensaban todos, su comportamiento era anormal y sólo le encontraban una explicación: o era un tipo muy raro o no estaba bien de la cabeza ¿Acaso no se daba cuenta de lo afortunado que era?

Pasaron unas cuantas jornadas y el hijo del campesino decidió que había llegado la hora de domar a los caballos. Al fin y al cabo eran animales salvajes y los compradores sólo pujarían por ellos si los entregaba completamente dóciles.

Para empezar, eligió una yegua que parecía muy mansa. Desgraciadamente, se equivocó. En cuanto se sentó sobre ella, la jaca levantó las patas delanteras y de un golpe seco le tiró al suelo. El joven gritó de dolor y notó un crujido en el hueso de su rodilla derecha.

No quedó más remedio que llamar al doctor y la noticia corrió como la pólvora. Minutos después, decenas de cotillas se plantaron otra vez allí para enterarse bien de lo que había sucedido. El médico inmovilizó la pierna rota del chico y comunicó al padre que tendría que permanecer un mes en reposo sin moverse de la cama.

El panadero, que había salido disparado de su obrador sin ni siquiera quitarse el delantal manchado de harina, se adelantó unos pasos y le dijo al campesino:

– ¡Cuánto lo sentimos por tu hijo! ¡Menuda desgracia, qué mala suerte ha tenido el pobrecillo!

Cómo no, la respuesta fue clara:

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!

Los vecinos ya no sabían qué pensar ¡Qué hombre tan extraño!

El chico estuvo convaleciente en la cama muchos días y sin poder hacer nada más que mirar por la ventana y leer algún que otro libro. Se sentía más aburrido que un pingüino en el desierto pero si quería curarse, tenía que acatar los consejos del doctor.

Una tarde que estaba medio dormido dejando pasar las horas, entró por sorpresa el ejército en el pueblo. Había estallado la guerra en el país y necesitaban reclutar muchachos mayores de dieciocho años para ir a luchar contra los enemigos. Un grupo de soldados se dedicó a ir casa por casa y como era de esperar, también llamaron a la del campesino.

– Usted tiene un hijo de veinte años y tiene la obligación de unirse a las tropas. ¡Estamos en guerra y debe luchar como un hombre valiente al servicio de la nación!

El anciano les invitó a pasar y les condujo a la habitación donde estaba el enfermo. Los soldados, al ver que el chico tenía el cuerpo lleno de magulladuras y la pierna vendada hasta la cintura, se dieron cuenta de que estaba incapacitado para ir a la guerra; a regañadientes, escribieron un informe que le libraba de prestar el servicio y continuaron su camino.

Muchos vecinos se acercaron, una vez más, a casa del granjero. Uno de ellos, exclamó:

– Estamos destrozados porque nuestros hijos han tenido que alistarse al ejército y van camino de la guerra. Quizá jamás les volvamos a ver, pero en cambio, tu hijo se ha salvado ¡Qué buena suerte tenéis!

¿Sabes qué respondió el granjero?…

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!

Adaptación de un cuento popular chino

15 8 0 K 64
15 8 0 K 64
19 meneos
183 clics

El gato del gurú

Cuando, por las tardes, el gurú se sentaba para las prácticas del culto, siempre andaba por ahí el gato del ashram distrayendo a los fieles. De manera que ordenó que ataran al gato durante el culto de la tarde.

Mucho tiempo después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro para atarlo durante el culto vespertino.

Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido.

Cuento sufí

15 4 0 K 63
15 4 0 K 63
20 meneos
139 clics

Locura humana

Estaban varios animales en una granja hablando sobre los seres humanos cuando, de pronto, el gallo hizo una pregunta.

-A ver, ¿a qué no sabéis qué es lo más divertido de los seres humanos?

-No, ¿qué?, ¿qué?, ¿qué? -preguntaron todos a la vez.

-Bueno, pues que siempre piensan lo contrario de lo que hacen, ¡están locos!

Y todos los animales comenzaron a reír.

-Por ejemplo -continuó el gallo-, tienen mucha prisa por crecer y cuando son mayores se lamentan porque su infancia pasó muy deprisa.

-Es verdad, es verdad -contestó el perro-. Además, están toda la vida trabajando y trabajando, pierden incluso la salud para tener dinero, y después, cuando son viejos, pierden el dinero para tener salud.

Todos los animales continuaron riendo.

-Y si os habéis fijado -intervino la vaca-, están siempre pensando en el futuro o en el pasado y la mayoría de veces no saben lo que están haciendo en el presente.

-Y yo que los conozco de cerca -añadió el perro-, viven como si no fueran a morir nunca y en cambio, la mayoría de ellos mueren como si no hubiesen vivido.

Cuento Popular

15 5 0 K 54
15 5 0 K 54
27 meneos
246 clics

La pulsera (Cuento Chino)

Un joyero venía observando ya durante un tiempo, cómo una niña se detenía delante del escaparate de su establecimiento y se quedaba mirando una bonita pulsera de oro.

Así pasaron varias semanas hasta que, un día, la niña se decidió a entrar:

-¡Hola! -dijo la pequeña.

-¡Hola! -contestó educadamente el joyero-. ¿En qué puedo ayudarte?

-¿Me puede usted enseñar esa pulsera que hay en el escaparate, la dorada?

-Claro que sí -le respondió.

La niña la cogió y comenzaron a temblarle las manos mientras la acariciaba con sus dedos.

En ese momento el joyero pudo ver como unas lágrimas de emoción brotaban de sus ojos.

-Es que me gustaría regalársela a mi madre, pues hoy es su cumpleaños y me está ayudando mucho en mis estudios. Se pasa el día trabajando, y cuando llega cansada por la tarde se queda conmigo haciendo los deberes hasta que consigo entenderlos.

-Sí, seguro que le encantará, es preciosa -le contestó el joyero.

-¿Cuánto vale? -preguntó la niña.

-¿Cuánto tienes? -le respondió el hombre.

La niña sacó una pequeña bolsa repleta de monedas y las dejó sobre el mostrador.

-Es que he estado ahorrando durante muchos meses.

-Bien, veamos qué hay por aquí... -contestó el joyero mientras contaba el dinero- a ver... ¿no tienes nada más, pequeña?

-Bueno, sí, espere... -dijo mientras metía sus manos en los bolsillos y continuaba sacando varias monedas más, un pequeño billete arrugado, un anillo de plástico, un coletero rosa y dos caramelos de fresa.

-A ver... creo que sí, creo que con esto será suficiente -le respondió el joyero mientras recogía todo lo que la niña había dejado en el mostrador- ¿Quieres que te la envuelva para regalo?

-¡Sí, sí! -exclamó la niña ilusionada.

Tras unos minutos, el joyero le dio el paquete y la pequeña se llevó la joya.

A la mañana siguiente, la madre de la niña se presentó en el establecimiento con la pulsera en su estuche.

-Hola -saludó nada más entrar.

-Hola -le saludó también el joyero-, ¿en qué puedo ayudarle?

-Verá, es que ayer por la tarde, mi hija me regaló esta pulsera para mi cumpleaños y me dijo que la había comprado aquí.

-Sí, así es -contestó el joyero mientras la observaba-, yo mismo se la vendí.

-Pero... pero creo que debe haber un error porque... esta pulsera es de oro, ¿verdad?

-Sí, por supuesto, aquí solo vendemos productos de primera calidad.

-Entonces no lo entiendo, mi hija jamás podría pagar una joya así, no tiene tanto dinero, ¿cuánto le ha costado?

-Verá -le contestó seriamente el joyero-, en este establecimiento tenemos por costumbre mantener la confidencialidad de nuestros clientes, así que, sintiéndolo mucho, no puedo darle esa información.

-Pero... -protestó la madre.

-Lo que sí puedo decirle es que su hija pagó por esta pulsera el precio más alto que puede pagar una persona.

-¿Qué quiere decir? -contestó la madre preocupada.

-Su hija me dio todo lo que tenía.

Cuento popular

-----------

15 12 0 K 55
15 12 0 K 55
19 meneos
149 clics

EL Ermitaño

En la corte real tuvo lugar un fastuoso banquete. Todo se había dispuesto de tal manera que cada persona se sentaba a la mesa de acuerdo con su rango. Todavía no había llegado el monarca al banquete, cuando apareció un ermitaño muy pobremente vestido y al que todos tomaron por un pordiosero.

Sin vacilar un instante, el ermitaño se sentó en el lugar de mayor importancia. Este insólito comportamiento indignó al primer ministro, quien, ásperamente, le preguntó:

– ¿Acaso eres un visir?

– Mi rango es superior al de visir – repuso el ermitaño.

– ¿Acaso eres un primer ministro?

– Mi rango es superior al de primer ministro.

Enfurecido, el primer ministro inquirió:

– ¿Acaso eres el mismo rey?

– Mi rango es superior al del rey.

– ¿Acaso eres Dios? -preguntó mordazmente el primer ministro.

– Mi rango es superior al de Dios. Fuera de sí, el primer ministro vociferó:

– ¡Nada es superior a Dios!

Y el ermitaño dijo con mucha calma:

– Ahora sabes mi identidad. Esa nada soy yo.

Cuento sufí

14 5 0 K 67
14 5 0 K 67
20 meneos
189 clics

"Los desposeídos"

“Un científico puede afirmar que su obra no es él mismo, que es pura y simplemente la verdad impersonal. Un artista no puede esconderse detrás de la verdad. No puede esconderse en ninguna parte.”

Ursula K. Le Guin

14 6 0 K 58
14 6 0 K 58
22 meneos
779 clics

¿Cuánto mide la sala?

Un día, en un colegio, una maestra repartió una hoja de papel a cada alumno y les pidió que respondieran a la siguiente pregunta: ¿Cuál es la longitud exacta de la clase en la que estamos?

Los alumnos se sorprendieron al leer aquella pregunta tan extraña, pero todos comenzaron a hacer sus cálculos.

A los diez minutos la profesora recogió todos los papeles y comenzó a mirarlos.

La mayoría de alumnos habían escrito una cifra de entre 6 y 8 metros, algunos incluso lo habían acompañado con un “aproximadamente”.

-Bueno -dijo la maestra-, ninguno de vosotros ha contestado correctamente a la pregunta y eso que, en realidad, todos podríais haberlo hecho.

En este caso era fácil, la respuesta correcta era: no lo sé.

Cuento popular, “Cuentos para entender el mundo”

24 meneos
146 clics

La Ventana del Hospital (Cuento)

Dos hombres, seriamente enfermos, ocupaban la misma habitación en el hospital. A uno de ellos se le permitía estar sentado una hora todas las tardes para que los pulmones drenaran sus fluidos. Su cama daba a la única ventana de la habitación.

El otro hombre tenía que estar tumbado todo el tiempo. Los dos se hablaban mucho. De sus mujeres y familiares, de sus casas, trabajos, el servicio militar, dónde habían estado de vacaciones.

Y todas las tardes el hombre que se podía sentar frente a la ventana, se pasaba el tiempo describiendo a su compañero lo qué veía por la ventana. Éste, solamente vivía para esos momentos donde su mundo se expandía por toda la actividad y color del mundo exterior.

La ventana daba a un parque con un bonito lago. Patos y cisnes jugaban en el agua mientras los niños capitaneaban sus barcos teledirigidos. Jóvenes amantes andaban cogidos de la mano entre flores de cada color del arco iris. Grandes y ancestros árboles embellecían el paisaje, y una fina línea del cielo sobre la ciudad se podía ver en la lejanía.

Mientras el hombre de la ventana describía todo esto con exquisito detalle, el hombre al otro lado de la habitación cerraba sus ojos e imaginaba la pictórica escena.

Una cálida tarde el hombre de la ventana describió un desfile en la calle. Aunque el otro hombre no podía oír la banda de música- se la imaginaba conforme el otro le iba narrando todo con pelos y señales. Los días y las semanas pasaron.

Una mañana, la enfermera entró para encontrase el cuerpo sin vida del hombre al lado de la ventana, el cual había muerto tranquilamente mientras dormía.

Se puso muy triste y llamó al doctor para que se llevaran el cuerpo.

Tan pronto como consideró apropiado, el otro hombre preguntó si se podía trasladar al lado de la ventana.

La enfermera aceptó gustosamente, y después de asegurarse de que el hombre estaba cómodo, le dejó solo.

Lentamente, dolorosamente, se apoyó sobre un codo para echar su primer vistazo fuera de la ventana. Finalmente tendría la posibilidad de verlo todo con sus propios ojos.

Se retorció lentamente para mirar fuera de la ventana que estaba al lado de la cama. Daba a un enorme muro blanco. El hombre preguntó a la enfermera qué había pretendido el difunto compañero contándole aquel maravilloso mundo exterior.

Y ella dijo: - Quizás sólo quería animarle.

Cuento anónimo (que yo sepa)

14 10 0 K 73
14 10 0 K 73
16 meneos
113 clics

Antístenes

"No te imagines que los demás tienen tanto interés en escucharte como el que tú tienes de hablar"

Antístenes

14 2 0 K 56
14 2 0 K 56
« anterior12345

menéame