Realizada hacia 1912-1913, constituye una de las obras más conocidas y emblemáticas del autor. Representa la tragedia y el dolor producidas por una inundación en la huerta de València. Una madre intenta salvar a su hijo de la furia de las aguas desbocadas, en una escena notablemente épica, en la que la naturaleza se ha tornado repentinamente símbolo de destrucción y muerte. Los naranjos, la noria y las barracas se cubren de agua sucia y turbulenta, creando una sensación de dinámico desasosiego mediante una pincelada larga e intensa.