Los humanos parimos ideas, las cuales mezclamos, cocinamos y aderezamos para crear así unas combinaciones que llamamos ideologías. Más tarde, una vez hemos creado nuestro nutriente intelectual favorito, por resultarnos sabroso o placentero, nos habituamos a consumirlo asiduamente. En el peor de los casos acabamos repitiendo una y otra vez, haciéndonos adictos a nuestro manjar y rechazando cualquier otro. Sin embargo, el camino al fanatismo no se asemeja a una especie de trastorno alimenticio, sino que se trata de algo mucho más complejo, puesto que es...