Quien no se haya asomado a la ventana virtual de las viviendas para disfrutar de esa casa que nunca podrá comprar, que tire la primera piedra. En un escenario con la precariedad como protagonista, muchas personas –especialmente mujeres– se dejan llevar por este ‘mirar, pero no tocar’ inmobiliario como una forma de obtener un placer transitorio frente a la felicidad real (e inalcanzable) de poseer las viviendas en cuestión.
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