Que los más de dos millones de desplazados en Líbano y Turquía no iban a quedarse allí permanentemente no era muy difícil de prever. Que Europa era su horizonte y terminaría siendo su destino resultaba obvio. Pero la Unión Europea se ha limitado durante todo este tiempo a mirar desde la barrera, como si aquello no fuese con ella. Hasta que han llegado.
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