En la ciudad de Dresde, la extrema derecha es influyente y se ha manifestado contra cualquier programación multicultural. La directora de un museo convertido en foco de los ataques de los extremistas tomó una decisión arriesgada: abrió las puertas y convocó a un diálogo. El debate es permanente: ¿deben dialogar con las voces reaccionarias y asumir el riesgo de normalizarlas o boicotearlas y arriesgarse a que ganen más fuerza?
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