Siete refugiados de los 19 que iban a ser reubicados en un primer vuelo desde Italia a España se negaron a subir en el avión: no querían ser trasladados a este país. Ahora las autoridades europeas les dicen que su viaje está a punto de finalizar, y les imponen un país, cuyas referencias no son del todo buenas, del que dicen no haber trabajo, en el que temen no lograr la integración durante el tiempo estipulado y verse empujados a un nuevo fracaso, a seguir cruzando fronteras.
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