¿Y qué culpa tengo yo de que no piensen las flores? ¿Pero quién si no?: mío es el exceso y el ventrílocuo artificio de inventar sus parlamentos, y si hay reo, si es preciso que alguien cargue con esta cruz astillada, con estos grilletes romos, ha de ser el que reviste con diademas de consciencia la belleza insustancial, el que sabe pero ignora, el que conoce y olvida, el que interroga y disfraza, el que idea la mentira …