En unas horas estaremos volviendo otra vez, sin ganas, arrastrados por los pelos, a las urnas, y ello debido al miedo del PSOE a un pacto de gobierno con Unidas Podemos.
Miedo es la palabra, por que el consejero palaciego Redondo, en sintonía con las conocidas querencias socialiberales de los socialistas en cuanto tocan gobierno ( así ha sido desde 1982) desaconsejaba cualquier movimiento estratégico del partido que alejara de la centralidad, de las templadas mayorías.
Para este politólogo de moda la ideología en la sociedad española se distribuye como lo hace en Estadística una campana de Gauss, o como la silueta de la serpiente que se tragó un elefante en el cuento de El Principito: la gran mayoria de votantes, lo mollar, se sitúa en el centro. Si nos desplazamos hacia la cabeza o la cola, demasiado a la izquierda o hacia la derecha, los votos adelgazan, hasta hacerse irrelevantes.
Esta idea tan simple está detrás de la negativa socialista. Un gobierno de coalición con Podemos provocaría en la opinión pública un efecto óptico de desplazamiento del PSOE hacia el rojo, perdería el bien más preciado de un partido politico ganador, el centro sociológico, el voto de las mayorias.
Este peligro les resultó aún más evidente debido a la campaña de ataques del PP y sobre todo de Ciudadanos durante las anteriores elecciones de abril alrededor del complejo concepto politológico, ejem, de que Sanchez era el jefe de una banda, el cabecilla de una turba formada por lo peor de una tripulación amotinada, era el John Silver el Largo de un grupo de filibusteros donde se podían encontrar comunistas, vascos y hasta soberanístas catalanes, el horror.
El PSOE entendió que con este pacto demandado por Podemos le serviría gratis a la derecha un argumento eterno para señalar con el dedo al partido como radicalizado o aún peor, tonto útil de los antiespañas. Había pues que mantenerse en el centro del campo, aunque ello implicara obligarnos a todos a votar otra vez.
Resulta interesante comparar este comportamiento del PSOE con el que ha tenido el PP, por ejemplo, en la Comunidad de Madrid. Como he descrito en un artículo anterior en esta bitácora www.meneame.net/story/madrid-bien-vale-punicael PP ha realizado un osado y exitoso experimento de ingeniería social en Madrid desde que conquistó el poder fraudulentamente con el tamayazo hace 16 años ya.
Hasta entonces la comunidad de Madrid era una región donde vencía la tradicionalmente la izquierda. Donde el conservadurismo de la capital se compensaba con creces con los cinturones rojos de la periferia. Al PP en el despliegue de sus políticas esa tradición no le importó. No se preocupó en estar centrado, sino en hacer las políticas públicas , en sanidad, en medios de comunicación y sobre todo en educación que permitieran moldear la cambiante y muy dinámica sociedad madrileña en unos patrones culturales “liberales”, tal como explico en ese texto. No era necesario que sus gestores fueran brillantes, ninguno de los consejeros de Esperanza Aguirre, Dios es testigo, ha parecido nunca ser llamado a ganar un Nobel, bastó con la osadía y la claridad de objetivos necesarias.
Al fin y al cabo lo mismo que hicieron los nacionalistas vascos y catalanes, todos liberales, qué curioso, en sus comunidades autónomas. Lógicamente, buscando otro tipo de resultados ideológicos.
Así que, paradoja, han sido los partidos “liberales”, que gustan de asustar a la población con el fantasma de la agenda oculta de las izquierdas ( manipuladoras de mentes, adoctrinadoras en valores “progres”, extraños al sentido común del español muy español, que diría don Mariano Rajoy) los que no han tenido ningún empacho en desplegar políticas transformadoras de los valores implícitos, de los sueños y deseos de las clases medias utilizando todos los medios legales e ilegales, a su alcance.
Y es que el PSOE post-transición ha sido siempre un partido cauteloso, timorato con el cambio real. Lo más seguro, se dice a sí mismo en el momento de la decisión, es adaptarse al lomo de la realidad sociológica. Cree que la opinión pública es una serpiente de piedra, un dragón congelado al que para cabalgarle hay que limitarse a agarrarse a su perfil, y adaptarse a su curva inflexible.
Con estos miedos y estas inhibiciones el PSOE fue incapaz de ver las potencialidades de un gobierno de coalición con UP. Se abría la posibilidad de tres o cuatro años de cambios profundos que modelaran una nuevo contrato social. Está claro que la derecha y sus medios de comunicación, que son mayoritarios, iban a machacar durante meses al gobierno acusándolo de radical, de poco de fiar, etcetera. pero volvamos a ver lo que hizo el PP en su misma situación en 2003 en la C.A.M: abordó una politica de “ocupación” de los medios sin complejos, como diria Aznar, tan descarada como la de entregar canales de TDT a grupúsculos ultraderechistas como Intereconomía y negárselos al principal grupo de comunicación de España, el grupo PRISA. Entre los defectos de la derecha española nunca se ha encontrado el de exceso de inhibiciones.
Y es que saben que el poder se tiene para ejercerlo con todo su peso y para hacer sentir sus efectos en los medios y en la sociedad.
Si el pacto de izquierdas se hubiera visto como la oportunidad única que era, transcurridos cuatro años se hubieran recogido los efectos electorales de políticas transformadoras en lo social y lo político.
Tan transformadoras como las de las derechas, por cierto, pero en otro sentido. La sociedad habría podido hacerse consciente de la importancia de un sistema tributario justo, de una educación pública de calidad, de unos medios plurales y abiertos, de una economia libre de oligopolios y corrupción. La sociedad que tuviera que votar entonces no tendría por qué parecerse a la que vota ahora, tan temerosa. El elefante dentro de la serpiente se podría desplazar hacia su costado izquierdo, el lomo del dragón se habría combado hacia en una nueva curva, porque el peso del jinete cuenta.
Como decía el filósofo Foucault, la potencialidad más importante del poder, la que más hay que temer o solicitar, no es reprimir, sino crear.
Desgraciadamente el PSOE siempre ha sido un partido cobarde.