Un amigo está desesperado porque querría irse de casa de sus padres, pero sabe que entonces no podrá ahorrar. “Bienvenido a la treintena”, le respondo con sarcasmo, yo que llevo años emancipada y sé lo que vale un peine. España fabrica jóvenes castrados de autonomía, esos que dependen de su familia aun cuando deberían ejercer de adultos plenos: dueños de su vida o de su vivienda. Pero si el quejido social no es todavía más fuerte es por esa realidad, tan dura y evidente, de que las pensiones o los sueldos de sus padres aún sirven para sostenerles....
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