Un psicópata en el aula

Por una cuestión de probabilidad, cada cierto tiempo tengo un psicópata en clase. Son un 1% de la población general, así que tocan regularmente. No hablo de personas no patológicas con rasgos psicopáticos de personalidad (que están muy de moda), ni sociópatas; hablo del psicópata clásico, de origen neurológico y congénito.

La inmensa mayoría son fáciles de ver, ya que el psicópata inteligente, calculador y mimético es un mito televisivo y cinematográfico. Ellos no saben que lo que les pasa es fácil de identificar, así que tampoco lo ocultan. Al fin y al cabo son adolescentes o jóvenes, sin mucha experiencia en la vida. 

Y... no puedes hacer nada. 

Sabes que su amígdala y parte de su cortex están inactivos, y que no puede hacer nada para activarlos. Ni terapia, ni presión, ni castigo, ni una experiencia trascendental. Nada. Son órganos muertos o inexistentes, y no hay nada que puedas hacer para que vuelvan a funcionar. 

La mayor parte fracasarán académicamente y su incapacidad para gestionar ese fracaso les llevará a fracasos mayores: exclusión social, crimen, violencia, etc. Si hay suerte, acabarán en la cárcel; si no la hay, aprenderán a camuflarse lo suficiente como para seguir haciendo daño mucho tiempo.

Los vigilas, vigilas a los chicos y chicas a quienes se acercan, intentas avisar al equipo. No hay mucho más que se pueda hacer. 

Esperas a que haga algo lo suficientemente grave como para poder conseguir una expulsión, pero no es fácil porque no es como sentarse a cazar a un jabalí, que sigue unos patrones lógicos y evita la violencia si puede; es sentarse a cazar un reptil. 

Observas y esperas, y esperas, y esperas... y lo peor es que sabes que no puedes vigilarlo todo el tiempo, y que está jodiéndole la vida a gente por el camino.