Por unos días de fiesta

Hoy, al despertar me siento desorientado. No estoy en mi casa. Agitado y algo nervioso me incorporo y busco como abrir el maldito estor de la ventana para dar más luz a la habitación.

Al hacerlo, el sol brillante del mediodía me deja medio cegado. Con los ojos entreabiertos abro la ventana y me asomo. Una piscina vacía. Aún sorprendido escucho gritos desde la ventana de al lado: !Libertad! Libertad! !Esto es un secuestro!

- Esa piscina... Coño. ¡Ya se donde estoy!

Tanta luz agudiza el dolor en la sien producido por el alcohol y tabaco que consumí el día anterior.

Menuda fiesta la de ayer. No me acordaba de lo que era tener resaca, pero compensa con lo bien que me lo pasé. Alcohol, tabaco, sexo… mucho sexo. Después de todo esta mierda del virus se folla más que nunca. Bendita pandemia.

Escucho que se abre la puerta de la habitación, es mi colega.

- Ya tenía a despertarte, menuda la liaste ayer - Me dice partiéndose el culo. Venga date una ducha rápida, espabila y vamos a la habitación 313, que están calientes.

- ¿Pero quienes están calientes? Por favor, por favor, dime que son las que conocimos en el hall del hotel nada más llegar.

- Esas mismas.

Al escuchar a mi compañero me apresuro a meterme en la ducha. Antes de salir de la habitación me enjuago la boca con un colutorio de marca blanca. Es un asco de colutorio, pero hay que decir que elimina esa sensación de pastosidad en la boca en una mañana de resaca.

De camino a la habitación le pregunto a Marco:

- Oye, ¿a que viene todo ese griterío que se escucha por las ventas?

- ¡Ah! Claro, no te has enterado. Estamos confinados. No nos permiten salir del hotel.

- ¿Eeeeeh?

- A gastos pagos encerrados en un hotel, es como un sueño. Podemos hacer lo que nos de la gana.

- Pero ¿que me dices?, hay un brote en el hotel.

- Sí, porqué si no íbamos a estar encerrados.

A lo que respondo ingenuamente:

- No deberíamos salir de la habitación entonces.

- Tienes que dejar de fumar es mierda Javi. Apura anda, que no se nos adelante nadie y nos quedemos sin folleteo.

Estamos delante de la habitación 313, con sudores y cierto malestar por la resaca. Intento mostrar mi mejor cara porque quiero pillar cacho otra vez. Marco llama a la puerta. Se escucha ruido en el interior de la habitación. De repente se abre la puerta y aparece una de las chicas haciéndonos señas para que entremos rápido y para que no hablemos alto.

- Acaba de pasar por aquí el de la seguridad del hotel. Nos amenazó con denunciarnos a la policía si no cumplíamos las normas.

- ¿Que normas?, pregunté.

- Pues quedarnos encerrados cada uno en su habitación, ¿qué normas iban a ser si no? Me responde Marco en un tono como si fuera tonto.

Las tres chicas se ríen mientras sacan un peta. Esto promete.

- ¿Estuvisteis ayer en el concierto?, pregunté.

- No estuvimos -me responde una de ellas. No salimos del botellón de la playa, menudo colocón. Aún nos dura.

Nos reímos todos asintiendo con la cabeza. Estamos en el puto paraíso, pensé.

Pasaron las horas en la habitación 313. Fumando petas y bebiendo. Nos follaron a Marco y a mi como nunca lo habían hecho. Me encuentro en la puta gloria. Menudo fin de curso. El mejor de mi vida. Espero que en la Universidad las fiestas sean así.

Nos despedimos de las chicas e intercambiamos números de móvil e Instagram para continuar en contacto esta misma noche. Más fiesta.

Al poco de salir de la habitación nos intercepta el de seguridad:

- Eh!, listillos. Quien coño os creéis para estar fuera de vuestra puta habitación. Estoy hasta los huevos ya de todos vosotros, a ver si os mandan ya para vuestras casas.

Nos acompaña hasta la habitación y nos cierra la puerta dando un portazo.

- Tienes que follar más, gritó Marco.

- Cállate, no la liemos. Me voy a dar una ducha y a dormir un par de horas para recuperar fuerzas. Y darlo todo esta noche.

- Pringao, yo me voy junto León y los demás a ver que que se traen entre manos.

- Sabes perfectamente lo que se traen entre manos. No abuses de esa mierda no te vaya a sentar mal. Le dije.

Cerrando la puerta de la habitación aún puedo escuchar a Marco decir: Cuando digo que eres un pringao

Después de una ducha generosa me tumbo en la cama recordando lo vivido. Y sin querer dormirme aún caigo rendido.

Me despiertan golpes y gritos en la puerta. Miro el reloj y veo que dormí casi 10 horas. Me apresuro para abrir la puerta.

Me encuentro de frente al vigilante:

- Recoged vuestras putas cosas ya. Os está esperando un bus para que os larguéis. ¿Donde está tu compañero?

- No lo se.

- No os podéis estar quietecitos. Tu recoge tus cosas y baja cagando leches. A tu amiguito ya lo pillaremos.

Me apresuro a recoger mis cosas mientras intento llamar a Marco. Apagado o fuera de cobertura.

Después de esperar unos minutos decido bajar al hall del hotel como me había indicado el vigilante.

Allí me encuentro con compañeros de clase que no recuerdo haber visto durante estos dos días, pero ellos me recuerdan conversaciones y fechorías hechas por mí en un estado lamentablemente alcoholizado. Según me van contando me voy dando cuenta de que la lié bien liada.

Van ya 10 días después del fiestón de fin de curso. Estoy encerrado en mi habitación confinado, en casa de mis padres. Tampoco se está tan mal: internet, Play, Netflix y una ventana que da al parque.

Es un puto coñazo pero se lleva. No dejé, en todo este tiempo, de mensajearme con Luisa. Queremos repetir otro día lo ocurrido en la habitación 313 pero a lo grande.

Luisa está organizando una quedada con todos los de su clase en el chalet de sus padres que se van a ir pronto de vacaciones. No me lo perdería por nada del mundo.

Me estaba despidiendo de ella cuando escucho a mi padre alterado, nervioso. Me da la impresión incluso de que está llorando. Cuando escucho gritar dirigiéndose a mí:

- Acaban de ingresar a tu hermana en la UCI. Nos dicen que está empeorando y que no saben si va a responder bien al tratamiento.

- ¿Cómo dices? Respondía con la voz quebrada.

- Tu hermana, Javi, tu hermana. Que se nos muere.

Después de unos segundos escucho a mi padre y a mi madre llorar desconsoladamente. El mundo en ese momento se paró ante mí y me mostró su cara más dura. Esa misma cara que hace que tu vida se convierta en una autentica pesadilla en un instante. Mi hermana pequeña contagiada y grave en la UCI. No me lo puedo creer.

Todo la pandemia protegiéndonos entre nosotros, cumpliendo todas las recomendaciones ya que Paula es de riesgo y no nos podíamos permitir que se contagiara. Y voy yo, y traigo el bicho a casa. No me lo puedo creer. Tan cerca como estábamos de volver a la normalidad.

Por unos días de fiesta.