Esí anunciaba la pantalla de TV en una terraza abarrotada de gente en cualquier parte de España este domingo por la tarde.
No nos engañemos, la noticia del botellón es sensacionalismo en estado puro. Los paletos del Wuhan de La Mancha se van de botellón con los muertos aún calientes. El titular vende, pero es bazofia. Lo primero la exageración del número de asistentes, según las noticias casi un 10% de los tomelloseros estuvimos la otra noche de botellón en los pinos -3000 en una población de poco más de 30.000-. En segundo lugar, la elección del señalado, las aglomeraciones se han ido produciendo en calles y terrazas por todo el país a medida que las zonas han ido pasando de fase, me cuesta mucho creer que la juventud tomellosera haya sido la primera -y mucho menos la única- en relajarse y reunirse en botellón antes de tiempo.
¿Que ha sido una gran irresponsabilidad? Claro. ¿Qué podríamos haber evitado que volvieran a señalarnos en todos los medios -puesto que los botellones de los pinos no son ninguna novedad, ni tampoco el de este sábado ha sido el primero desde el confinamiento-? Estamos de acuerdo. Pero no nos engañemos, la sociedad al completo ha actuado y actúa en todo momento durante el estado del estado de alarma en una fina línea entre lo permitido y la concesión que está por venir, ahora nos hacemos los sorprendidos y volvemos a señalar a la masa.
Sólo en Madrid se han “desarticulado” más de 50 botellones este fin de semana. Pero el Wuhan de La Mancha es el Wuhan de La Mancha y tiene más tirón, claro.
No seamos ingenuos, las razones por las que Tomelloso ha vuelto a ser la comidilla nacional tienen poco que ver con la salud pública; tienen que ver con el negocio del amarillismo, el fenómeno de los clickbait y el anarrosaquintanismo, tienen que ver con una prensa nacional en los niveles de profesionalidad más bajos de toda la democracia.