No podía saberse

Yo, inocente de mí, pensaba que esta práctica había quedado relegada a algún recuerdo distante en mi infancia de monigote animado, una práctica de archivillano tontorrón creado para hacer de hombre de paja de esta o aquella moralina. Ya sabéis, la persona que, libre de responsabilidad, con las manos muy limpias de cualquier tipo de consecuencia, del peso de cualquier decisión dice: "va a ir mal". Luego, si no va mal, desaparece entre las sombras, esperando a su momento de gloria. Espera sus cinco minutos de fama y sabe que, pase lo que pase, los relojes rotos dan la hora dos veces al día. Irá mal y entonces dirá: lo predije, mucha gente lo dijo, ¿cómo no lo predijeron?

Si es que, no podía saberse.

Pero, la verdad, es que no podía saberse.

Muchas veces, muchos, adoptamos una posición muy de infante frente a nuestros gobiernos. Porque en este barco ellos navegan y nosotros miramos, españolamente. Y nosotros no decidimos, nosotros pedimos. Damos un destino, quizá. Tenemos las manos limpias, podemos decir simultáneamente que "no podía saberse" que si no aumentábamos el ritmo tardaríamos más en llegar y que "no podía saberse" que si aumentaban el ritmo todos tendríamos que esforzarnos más. Porque el ejecutivo no puede esconderse en la trinchera y hacer una carta a los reyes magos como la luna de miel idílica y combativa de la oposición, sino que tiene que tomar decisiones. Y todas, todas las decisiones tienen consecuencias negativas predecibles en una dirección o en otra. Si volvemos al estado de alarma y nos confinamos y se resiente la economía se dirá "no podía saberse". Si no lo hacemos y aumentan los casos "no podía saberse".

Pongamos que esto no se percibe como una niñería, que no existe en política solo de parte de cuatro gatos locos en un foro de cascorro. Imaginad por un momento que es la tónica general que determina el voto indeciso. ¿Qué se está penalizando? Que nuestro gobierno se moje. Que tome decisiones con verdadero peso. Vaya, se penaliza que no sea populista. Y este es un factor a tener en cuenta, porque estamos instalando el turnismo, aun más, en nuestra forma de existir políticamente. Estamos haciendo que ningún partido esté dispuesto a afrontar ninguna crisis, porque afrontarlas les desgasta políticamente por el mero hecho de tener que hacer algo. Esta política, que estamos alimentando, es una de cobardes y lloricas. Cobardes los políticos que queden, porque serán los que tengan buena imagen a través de hacer lo que mejor nos gusta que hagan: nada.

Y lloricas porque vamos a quejarnos tanto del dolor de la vacuna como de haber enfermado.

Lograremos que nuestros políticos sean aún peores.

Pero, oye, "no podía saberse".