Me crié en un pequeño pueblo de la provincia de Zamora. Cuando tenia poco mas de 10 anos mis amigos y yo pedaleábamos varios kilómetros para jugar al futbol contra « los del pueblo de al lado ». No se trataba de un partido oficial, no había apenas reglas ni árbitros, ni siquiera espectadores… El futbol era una mera excusa para compararnos entre pueblos y poder sentirnos superiores en caso de victoria; ademas todos sabíamos que aquello acabaría en boxeo. No sé por qué pero odiaba a "los del pueblo de al lado »,no conocía apenas sus nombres, si perdieron a algún familiar durante la guerra o si estaban pasando una infancia complicada. Lo único que me importaba es que residían o habían nacido a pocos kilómetros del mejor pueblo del mundo, el mío. Lastima que las tiendas del « todo a cien » (« los chinos » de aquella época) no vendían banderas de mi pueblo porque de lo contrario este estaría envuelto con las banderas de mi patria. Ni un solo balcon estaría despojado de esos trapos cada vez que salíamos en bici sabiendo que volveríamos con los nudillos rasgados y con algún diente de menos. El odio llegaba a tan extremo que, pese a que había que pedalear mas de media hora, jugar hora y media al futbol y tener energías para cuando comenzara la tangana, ninguno pensábamos comprar ni una botella de agua en aquel pueblo del diablo: ni aunque esta egoísta acción también perjudicase directamente a la economía de nuestro pueblo. Hubiéramos preferido importar agua desde Francia, y perjudicarnos, que comprársela a esos infestados.
En mi pueblo no había televisiones locales, ni siquiera un pequeño periódico,… de haber sido así seguro que hubieran reforzado ese odio que incomprensiblemente sentíamos por los forasteros.
En los noventa no había redes sociales, pero los bulos corrían a la misma velocidad: « los del pueblo de al lado » pinchaban las bicis, robaban gallinas, hablaban de manera maleducada usando un lenguaje incomprensible, nos provocaban, se creían superiores a nosotros… me gustaría saber cuantas de estas afirmaciones eran ciertas, pues con el tiempo he hablado con alguno de "los del pueblo de al lado » y ellos también desconocen el por qué de ese odio mutuo. Algo parecido me ocurrió con una catalana independentista con la que compartí piso en Paris, la convivencia fue dura lo primeros días, pero en este momento es una gran amiga para mi.