A Casals le han cazado en medio del bosque. Tenía las manos sucias y el relámpago de la Operación Lezo iluminó su encorvada figura en una posición poco edificante. Pero le da igual porque se sabe fuerte ante Planeta, biógrafos de Carrillo y Fraga y editores de La Razón y Avui en su momento. La editorial también mantiene con buena cara a Ferreras, que se porta "muy bien" (Casals dixit) y Marhuenda, cuya cabeza dependía de sus méritos para frenar la encarcelación del consejero delegado de su editora, no de sus méritos periodísticos. Pero La Razón no vive del periodismo, sino de las reuniones entre Casals y Bárcenas en el despacho del primero, de rascar de Zed gracias a subvenciones irregulares y de verse favorecido en campañas del Canal de Isabel II, Metro de Madrid y cualquier empresa pública utilizada por la clase política para domesticar a la periodística.