Hasta hoy, trabajaba como ilustrador en una pequeña editorial independiente que, principalmente, se encarga de publicar a los distintos colegios de la zona en que se emplaza, es decir, libros de poesía y cuentos cortos escritos por niños; lo más atroz que puede leer uno, si no se tiene en cuenta lo puesto sobre blanco por Stephenie Meyers o JK Rowling.
Gozaba yo de una libertad considerable en esta ocupación que, además, estimaba muchísimo; la oficina se encuentra bastante cerca de donde vivo, y no se me exigía estar presente a todas horas, si bien es cierto que prefiero encontrarme allí; en casa no logro evitar ponerme porno de mujeres musculosas, tengo como una adicción a esto, y no dejo de preguntarme si acaso soy homosexual en el fondo, en lugar de concentrarme en trabajar.
Pero me pierdo en ambages.
Cuando me personé el primer día, resultó que una de las secretarias ya me conocía, puesto habíamos coincidido en el colegio. Ella era, según recuerdo, siempre el centro de atención, ya que, no por tener el cuerpo desarrollado hasta lo exquisito de una escultura griega, sino en la dulce manera de las fabulosas niñas de trece años, resultaba bastante atractiva.
A mí me habían pasado un curso y ella me aborrecía sin motivo alguno; es cierto que eyaculé una vez en el interior de su bolsa de deporte, pero nadie me vio hacerlo; estoy bastante convencido por tanto de que no es por este único "mal" que alguna vez le hice que me detestaba. Cuando nos reencontramos en mi tan querida ocupación, descubrí que su odio había mudado en deseo, para mi desgracia, ya que parecía haber sólo crecido a lo ancho, apenas a lo largo, y no en carne magra precisamente. Como no podía ser de otro modo, la rechacé de manera en que no pudiera quedar resquicio de duda, porque sé que estas cosas se eternizan si uno deja que en el que bebe los vientos por uno remanezca un atisbo de esperanza.
Pues os comunico que esta fémina se ha dedicado a hablar mal de mí desde entonces, incluso contactó con mi última pareja para vilipendiarme de todas las maneras imaginables, llegando a propalar turbios asuntos de mi juventud que mejor estarían en el olvido. Después de un encontronazo que tuve con su pastor alemán, al que me vi obligado a patear varias veces en el hocico para que no me mordiera, y de que me negase yo a pagar la factura del veterinario que ella me presentaba, toda la oficina tomó partido por su causa. No dejaba de repetir falsamente en presencia de quien se detuviera a escucharla que el violento animal sólo intentaba juguetear; sí, con mis tuétanos, putísima gorda.
Ayer hice para mi disfrute personal un dibujo que pensaba yo que pasaba por ser bastante bueno. Se trata de un hombre negro cuyo ojo ha sido arrancado por una lechuza blanca. Hoy lo subí a mi cuenta de Instagram con este título: "Europa". Llevaba tanto tiempo sin realizar sino trabajos con el público infantil en mente, que el placer que hallé en la realización de esta obra más adulta no resultó pequeño.
Iba pues esta mañana al trabajo tan felizmente, que silbaba a Prokofiev, y por suerte no a Wagner, por las calles. No obstante, en la puerta la encontré a ella, que paradójicamente tiene nombre, pero no cara, de pájaro, y a otro compañero; con sendos cigarrillos, que eran llevados mecánicamente a sus respectivos labios, pues ese mal vicio comparten, y con él castigan al que simplemente quiere realizar su función en la sociedad. Miraban algo en el teléfono de ella y bisbiseaban en un tono ominoso.
Como soy tan poco ducho en eso de las buenas costumbres, nunca me detengo a saludar, ni soy de hablar cosas sin importancia como el tiempo ni la salud de cada persona que pasa frente a mí. Las pocas veces en que converso sin una finalidad evidente es porque me he puesto nervioso y necesito combatir el silencio como sea; por ejemplo, durante el sexo, si éste se alarga más de lo previsto. Me introducía ya en el edificio, preocupado únicamente por mis propios pensamientos, cuando una voz masculina me detuvo:
- Si odias tanto a Europa ¿por qué coño no te largas?
- ¿Disculpa? - Pregunté, volviéndome sorprendido.
- Que si tanto odias a Europa...
- No odio a Europa.
- Entonces, ¿qué significa este dibujo?
- ¿Qué crees tú que significa?
- No lo sé, tú eres el artista. ¿O no?, mugroso.
- Venga, lo que tú digas, déjame en paz.
Una hora de tranquilidad tuve allí a lo sumo antes de que se requiriera mi presencia en la oficina del jefe.
- Por favor, siéntate. - Me dijo.
- ¿Qué pasa ahora?
Y dio comienzo a una perorata insufrible en que me exponía la importancia que la sustentación de una imagen impecable tiene para la empresa, cuán sensible es nuestro público y cómo las relaciones humanas y el afecto son las partes más importantes de nuestro negocio.
- No olvide el dinero. - Le respondí sonriéndome.
- No estás entendiendo lo que quiero decir.
- Por supuesto que no, no sé a qué viene esto.
Y adoptando una expresión de extrema seriedad no carente de tristeza, pronunció las siguientes palabras:
- Había oído decir muchas cosas, pero hasta hoy no he podido dar crédito al hecho de que fueras un nazi.
- ¿Qué?
- He visto las cosas que dibujas en tu tiempo libre.
- ¿Esvásticas?
- Sabes perfectamente que tienes subidas imágenes racistas en tus redes sociales.
- Eres consciente de que soy literalmente medio judío, ¿verdad?
- Y, aun así, odias a los negros.
- ¿Cuándo he manifestado yo tal cosa?
- No tienes que ma-ni-fes-tar-la, tienes imaginería nazi por todas partes.
- ¡Que soy medio judío!
- ¿Y qué? Eso no sirve como excusa.
- ¿Cómo que y qué? Por supuesto que sirve, no puedo ser nazi.
- Dime una cosa, y sé honesto. ¿Tienes algunos amigos negros? ¿Has tenido alguna pareja negra?
- ¿Qué pregunta es esa? Sólo eso ya es muchísimo más racista que cualquier cosa que yo haya dicho o hecho en mi vida entera.
- ¿Yo? ¿Un racista? ¡Fuera de aquí! ¡Lárgate ahora mismo!
En resumidas cuentas, fui despedido e, imagino, que ahora me moriré de hambre.
La obra en cuestión:
Si alguien se pregunta por el contenido nazi de mis redes sociales, la única que tengo es Instagram, con el mismo nombre de usuario que tengo aquí, a ver si sois capaces de arrojar luz al misterio.