Tras el accidente de la central de Fukushima-Daichi se desconectaron 8422 MW. Entre 2015 y 2019 cerraron 3961 MW. Y ahora viene la traca final, la desconexión de los reactores más modernos y potentes. A finales de este año se desconectan 3 (4058 MW) y a finales del próximo año los últimos 3 (4049 MW).
A nadie se le escapa por qué está el gobierno alemán tan nervioso por completar de una maldita vez el Nordstream II que aporte el metano suficiente para hacer funcionar los ciclos combinados para compensar la capacidad productiva perdida. No es sólo que lo aporte en cantidad, sino con una seguridad de suministro que no tienen otros gasoductos que pasan por terceros países, Yamal por Bielorrusia y Polonia, Союз (Unidad) y Дружба (Amistad) por Ucrania, Eslovaquia y Chequia.
También es de sobra conocido el efecto secundario de estos cierres: anular e incluso revertir los esfuerzos en descarbonizar su mix energético. Una década de inversiones ciclópeas en eólica y fotovoltaica han llevado a… estar prácticamente en el punto de partida de hace una década.
Millones de toneladas de CO2e del sector energético:
2009 – 763
2010 – 801
2011 – 778
2012 – 785
2013 – 802
2014 – 762
2015 – 767
2016 – 770
2017 – 752
2018 – 720
De hecho, en algunos años se daba la (aparente) paradoja de que cuanto más invertía en renovables, más emisiones tenía.
Pero el problema climático es aún mayor. En resumidas cuentas, parte de la potencia nuclear que se iba desmantelando era distribuida entre las centrales térmicas convencionales (antracita o lignito), los ciclos combinados (gas natural) y las renovables. Como la solar no produce una mierda (un 10% de la producción después de haberse gastado per capita mucho más que ningún otro país en desarrollarla), el peso de la generación ha tenido que recaer sobre los hombros de la eólica. El problema viene ahora, que los alemanes están ya hartos de molinos en su paisaje. La instalación de nueva capacidad eólica, que avanzaba a ritmo de 5.000 nuevos MW al año a mediados de la pasada década, se ha frenado a 1.350 nuevos MW en 2020. Y si no quieren molinos (además de que el sistema de transporte y distribución no da más de sí), y como la solar sigue sin producir una mierda (y menos en Centroeuropa, y sólo produce durante unas horas al día, según la estación y la nubosidad), sólo quedan dos alternativas capaces de rellenar el hueco de producción dejado por la última tanda de reactores nucleares: carbón o metano. Es decir, probablemente cierren 2023 (primer año sin nucleares) con unas emisiones de CO2e superiores a las de 2009.
Es decir: cómo enterrar barbaridades de dinero en “energías verdes” para acabar contaminando más. Y eso que hablamos de emisiones directas, no entran en el cómputo las emisiones asociadas a la fotovoltaica (la tecnología de generación con emisiones más altas en todo el ciclo, de entre las que no son de combustión, el cuádruple que la eólica o la nuclear).
Por comparación: la muy nuclearizada Francia, con una población similar, no sólo partía de unas emisiones mucho más bajas, sino que sí que ha logrado reducirlas significativamente con mucho menos esfuerzo económico:
2009 – 361
2010 – 367
2011 – 340
2012 – 344
2013 – 346
2014 – 313
2015 – 319
2016 – 322
2017 – 326
2018 – 312
Ah, por cierto, si miramos otra de las estadísticas de Eurostats, la de los precios finales al consumidor (Electricity prices for household consumers, por si lo queréis comprobar), en el último semestre publicado, el primero de 2020:
France: 0,1899 €/kWh
De las más baratas de la UE, la más barata de entre los países ricos (Spain: 0,2239 €/kWh).
Germany: 0,3043 €/kWh
Es la más cara de la UE, un problemilla para una nación industrial que tiene voluntad de dejar de serlo. La segunda más cara es Dinamarca, con 0,2833 €/kWh. ¿No habíamos quedado en que la energía del sol y del viento era gratis?