Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy lejana...
Ajenos a las luchas que asolaban el extremo opuesto de Laniakea, en un sistema estelar casi despoblado, se desperezaba en términos cósmicos una nueva civilización...
Recuerdo que cuando escribí esto todavía estaban recluidos en su planeta verde, ocupados en sus luchas casi tribales (a ellos no les gustaría oirme hablar así, pero, de momento, no pueden escucharme).
Me acerqué a este punto siguiendo el rastro casi imperceptible de una de sus naves, la primera que consiguieron que escapara de la influencia de su sol. Si, la conocéis todos, la Regayov 1 que conservamos en el museo de Tecnología Alienígena, a 200 m de este edificio. Como existen muchos estudios de la zona desde donde fue lanzada la nave, decidí centrar mi investigación en otra mucho más al este, en un lugar localizado muy cerquita del ecuador, pero no tanto como para que sus habitantes se abrasaran con el calor que emitía su estrella. Sois todos expertos en el planeta Glauco, así que recordareis que esa civilización seguía, por aquel entonces, utilizando el dinero como motor facilitador del funcionamiento de la sociedad con más o menos éxito según el lugar de estudio.
Y ya que sale el tema, abusando de vuestra exclusiva formación, dejadme que siga utilizando un lenguaje similar al que emplearían los glaucanianos:
En el área de mi ensayo, la mayoría no eran ricos, pero su localización estratégica había hecho que la naturaleza les proporcionara casi todo lo que necesitaban sin esforzarse demasiado por conseguirlo en ninguna época del año. Sus límites geográficos claros eran el mar que bañaba sus costas y una cadena montañosa al norte (si consideramos su situación respecto a la estrella que en sus libros de historia guiaba a sus navegantes) . Claro que en algunos lugares era más difícil seguir teniendo alimentos durante eso que llamaron invierno; pero los carros, los animales de tiro y, finalmente, artilugios con motor habían facilitado los transportes sin suponer un gran encarecimiento de los productos.
Este pueblo era ajeno a la evolución previsora que se impuso en otras latitudes menos favorecidas, simplemente, para poder sobrevivir largos periodos sin luz y con temperaturas más próximas a las que disfrutamos aquí. Dicen que en pueblos boreales hasta sus genes cambiaron para, por ejemplo, tolerar ciertas proteínas animales más allá de los periodos de cría de sus vástagos. Según cuentan los cronistas locales, no había tiempo para romanticismos, las alianzas fueron más fuertes y los lazos se impusieron en los centros de enseñanza a golpe de homogeneización.
Volvamos a mi zona de observación. Esta tierra rica y variada, con una orografía que parece creada por alguien también perezoso que se olvidó de extender el paño donde plantaría los prados, alimentó a comunidades prósperas y heterogéneas, orgullosas y diferentes que, a pesar de los mil y un intentos de conquista, no sucumbieron del todo a ninguna de las invasiones que sufrieron. Os invito a leer su historia, que aunque mil veces mal contada y mil veces manipulada, sigue siempre dejando entrever en sus líneas a gente orgullosa de sus orígenes y tradiciones.
Pero esas personas ni se sometieron a sus atacantes ni tampoco dejaron que se limaran sus diferencias o se creara una identidad común como sucedió en países de su entorno.
Y, aunque a regañadientes aceptaran alianzas que les convertirían en miembros de una unidad más grande y facilitarían el comercio con otros, progresaron en esta unión hasta convertirse juntos en uno de los países más prósperos de todo aquel planeta extraño. Os reiréis con esto porque, inmersos como estáis en un periodo de crisis galáctica contínua, es muy fácil dejar de ver a todos aquellos que no han llegado nunca si quiera a poder "estar en crisis" como en el lugar en que vivís.
Pero volviendo a mi investigación -que me lío-, ese país, a pesar de la tan mentada crisis, estaba entre los 10-20 mejores de su mundo cuando estalló una "no crisis" que desvió la atención de todos los demás problemas. Y, en vez de hablar de soluciones, se empezó a hablar de banderas:
Los colores abrieron viejas heridas. Dejaron de importar las alianzas entre fuerzas afines, las ideas para salir del atolladero de una economía mal llevada; a todos se les olvidó la corrupción de los suyos o una enseñanza que no dejaba de dar cada año peores resultados. Los investigadores se iban y las empresas cambiaban sus sedes y sufrían perdidas por la inseguridad en el futuro, pero ¿a quién le importaba todo eso si podían poner en su documento de identificación o en su edificio de gobierno su trapo representativo? "Antes muerta que sencilla" cantaba una artista local...
Y eso se convirtió en el caballo de Troya que terminó por destrozarlo todo.
Ninguna de las partes volvió a ser la misma, las nuevas fronteras dibujaron a su vez dos, tres, cinco unidades donde cada uno luchaba por sus intereses en un mundo que, fuera, intentaba borrar fronteras, no ya interestatales, sino incluso interestelares (aunque esto era todavía sólo conocido por una minoría). Pero ellos, estelados, azules, rojiverdes, morados, verdiblancos... todos pintaron sus libros de colores y su pobreza... de odio.
Murieron como pueblo y, como el resto de los países de la zona, más tarde, se vieron obligados a unirse bajo la bandera de una unidad mayor llamada Io, donde las regiones más grandes eran las únicas que tenían la palabra que imponían al resto y que, a su vez, transmitían tímidamente a un mundo globalizado.
Poco a poco, se terminó el orden económico y se estableció uno de crecimiento personal que barrió todos esos problemas absurdos que decidieron no afrontar por la lucha de banderas y se comenzó la expansión por el Universo, entraron en contacto con otras civilizaciones menores y establecieron nuevas alianzas...
Pero eso es otra historia ( o no) y hoy... sopla el viento ... incluso en esta parte de la galaxia... ¿Dónde están todos esos poetas glauquianos cuando más los necesitamos?
Total, me desperté pensando en Miguel Hernández.