No seré yo quien cargue las tintas contra la policía, ni quien les acuse de todos los males que nos rodean en esta puta sociedad de tacticismo político hasta con cientos de muertos al día y de hooliganismo impregnado en todas y cada una de las capas de nuestro día a día. Al fin y al cabo, me he criado en una Comisaría y dentro de una familia en la que la pertenencia a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se lleva en la sangre... aunque yo sea la oveja negra.
Aun así, el poder haber crecido rodeado de los códigos, costumbres y formas de hacer ligadas al uniforme, hacen que vea la realidad desde un prisma levemente distinto al del común de los mortales: siempre tengo en mente el punto de vista y/o las circunstancias del que está al otro lado del control de alcoholemia, del agente al que le decimos que "en cinco minutitos" quito el coche del 'carga y descarga' e incluso de cómo percibe a otras razas aquel que, para su desgracia, lleva 35 años jugando al gato y al ratón con lo más granado de cada casa y que, a pesar de los cientos de delitos que acumulan sobre sus espaldas, siguen en la partida aun cuando todas las partes implicadas saben que lo hacen con las cartas marcadas.
Con todo y con eso, la deriva y actitud de ciertos elementos de las FCSE hacen que, de un tiempo a esta parte, algo haya llamado mi atención y no sea precisamente para bien. Los dos energúmenos de Linares (no voy a entrar en detalle de ningún tipo) y su actitud una vez llegaron 'los compañeros' de la Policía Local, así como el comportamiento de estos últimos, se suman a actuaciones y comportamientos similares que hemos visto demasiadas veces últimamente (casi en cada desaucio o en toda aquella manifestación de cierto sesgo ideológico). Actuaciones, comportamientos y actitudes, todas ellas, que hacen un flaco favor a aquellos que velan por nuestra seguridad y que, la mayor parte de las veces, son 'los buenos' que siempre deberían ser.
Por eso le doy vueltas e intento encontrar en qué punto se ha establecido el puente entre las Fuerzas del Orden coercitivas del Franquismo (esos 'Grises' o esa Guardia Civil de tricornio y capa, que te calzaban una hostia antes incluso de darte los buenos días) y los policías de gimnasio, banderita y el "me ha buscado la boca y la ha encontrado", de hoy en día.
Porque entre unos y otros hubo un tiempo de una policía diferente. Hubo un tiempo de gente nacida y crecida en la dictadura, tan cansada de Paca 'la culona' como el que más, y que ya sea por vocación, por elección o por necesidad, pasaron a formar parte de 'El Cuerpo' para ganarse la vida dignamente, pero con la convicción de no ser jamás como aquellos de los que, muchas veces, también tuvieron que salir corriendo. Gente que en el ejercicio de su profesión fueron 'creciendo' bajo la sombra de ETA, los GRAPO o de quienes tocase en ese momento. De saber que cualquier día les podía tocar a ellos 'la china', cuando no de saberse directamente objetivo por el rango o el destino que ocupabasen. Pero aun con esas, gente que seguía confiando en la Democracia y en el respeto al prójimo.
Sigo dándole vueltas y me maravilla esa suerte de involución que no solo ha vivido una parte considerable de los miembros de nuestras FCSE, sino también de una sociedad que vuelve a temer y a desconfiar de aquellos de quienes jamás debería temer nada (a no ser que se haya cometido un ilícito, claro). Pero el chanchulleo, el matonismo, el servilismo hacia los poderosos y la aparente carta blanca con la que cuentan unos y otros, no hacen otra cosa que seguir dañando la imagen del cuerpo y sus miembros, al mismo tiempo que acrecenta en el ciudadano el convencimiento de que, el de uniforme, es cualquier cosa menos uno 'de los míos'.
Y me da por recordar aquellos años, demasiado lejanos para mi desgracia, en los que mataba las horas muertas de interminables clases de instituto, mirando por la ventana al parque colindante. Parque e instituto públicos y de un barrio humilde, de una ciudad dormitorio humilde, en el extrarradio de una gran ciudad, para más señas. Y recuerdo cómo unas veces había unos jugando a las cartas en las escaleras u otras veces éramos otros los que jugábamos al baloncesto en las canchas. Pero los que estaban siempre, lloviese, hiciese sol o tronase; era el grupito de matones que desde las 10 de la mañana acampaban en un par de bancos para organizar peleas de perros de presa, trapichear con costo y algo de coca y fardar de esos 'plumas' que impedían juntar los brazos por delante del pecho, pero que parecían conferir un estatus especial entre quienes los poseían.
Gente a los que la llegada de la LOGSE les pilló con el paso cambiado y la firme intención de abandonar los estudios una ver superado 8º de EGB, pero que de repente se vieron obligados a prolongar su estancia en centros educativos unos cuantos años más, en un entorno nuevo, con cierta libertad desconocida hasta la fecha y en plena adolescencia. Años de robos y agresiones a profesoras, de puertas rotas a cabezazos, de pedicuras sobre la mesa de clase o de palizas por mirar, decir o apetecer...
Resulta curioso: todos ellos, los de las peleas de perros, el trapicheo de drogas y los plumas ortopédicos; todos ellos son ahora policías.
Porque los años 'buenos' de antes de la crisis de 2008 lo fueron también para la ampliación de plantillas de muchos cuerpos policiales y lo fueron tanto y la demanda fue tal, que algunos raseros se hicieron algo más laxos para según qué casos, en qué momentos o en qué lugares. Porque vivimos en un país en el que se pueden obtener calificaciones sobresalientes en asignaturas de másteres que aún no han llegado a impartirse. Todo depende de quién seas, donde estés y a quién conozcas.
Me entristece la perspectiva de que los matones de mi infancia sean ahora policías, porque todos sabemos que el hábito no hace al monje y, sintiéndolo mucho, dudo enormemente que la placa les haya convertido en algo que durante toda su infancia y juventud no fueron. Y me entristece más aún la sospecha de que ese puente, ese nexo de unión del que hablábamos antes entre dos tiempos tan distintos, sea la falta de cerebro: porque los de antes eran unos matones descerebrados y, los de ahora, no lo son menos.
Porque, entre unos y otros, no solo acabarán con los de entre medias de ese puente, sino que corremos el riesgo de que terminen con cualquier tipo de puente existente entre esas FCSE y todos nosotros.