Los historiadores del futuro tendrán que dar explicaciones de muchos hechos de nuestra época actual. Una tarea que no será fácil, como hoy en día les pasa a los historiadores que intentan analizar la barbarie de otros tiempos con una mirada científica. La sensibilidad social, que va a más en todos los ámbitos, nos hace difícil entender tantas costumbres de otras épocas, como las vividas en España, y no de hace tanto tiempo.
El día de mañana los historiadores tendrán que explicar porqué los futbolistas ganaban tanto dinero y eran tan bien considerados como los gladiadores de la antigua Roma, con unas ganancias superiores a las de cualquier médico o científico. Unos jugadores que superaban en creces en reconocimiento a los de cualquier otro deporte con la justificación de que generaban más riqueza. Tendrán que explicar que aún así los más famosos defraudaban impuestos, limpiaban su imagen con fotos en compañía de niños enfermos y seguían siendo tan idolatrados. Mientras tanto el resto de la sociedad los miraba con cierta normalidad, o incluso con admiración, como pasaba también con otros que salían en televisión, como un objetivo para alcanzar por algunos, por encima de profesiones más necesarias o admirables para nuestra realidad, o al menos más acordes con el individuo.
Los historiadores del futuro tendrán que explicar la producción de tanta cantidad de alimentos que se generaban todos los días, con la capacidad de saciar a millones de personas. Cómo seguían muriendo gente de hambre o de sed en otras partes del mundo donde también se aglomeraban toneladas de comida para tirarlas a la basura junto a tanto embalaje y basura inutilizable.
Los historiadores del futuro tendrán que explicar porqué había un sueldo mínimo, muchas veces insuficiente, pero no la existencia de un sueldo máximo para que la riqueza estuviera mejor repartida. Tendrán que explicar cómo llegaban a comprarse cuadros por 400 millones de dólares o se vendían relojes por el valor de lo que ganaba una familia durante un año.
Tendrán que explicar cómo muchas organizaciones internacionales como la ONU, u otras más cercanas como los sindicatos, degeneraban, haciendo las funciones mínimas que necesitaba el resto de la población, perdiendo su prestigio a pesar de unos inicios tan bien valorados.
Los historiadores del futuro tendrán que explicar cómo los políticos se alejaban tanto de la realidad, viviendo en un mundo muy diferente, por culpa de unos privilegios que les hacían incapaces de gestionar correctamente, incapacitados para realizar otras funciones más tradicionales y no pudiendo dejar la política de una forma plausible a tiempo. Por no hablar de una corrupción fuera de control.
Los historiadores del futuro tendrán que explicar porqué había una burbuja política tan gigantesca en países como el nuestro. Porqué un alcalde con su equipo podía gestionar una ciudad de tres millones de habitantes como Madrid mientras que en las islas Canarias, con un gobierno autonómico, siete presidentes insulares y ochenta y ocho alcaldes en total eran incapaces de resolver los problemas de una población de dos millones de habitantes, por poner un ejemplo.
Los historiadores del futuro tendrán que explicar porque seguían existiendo televisiones y radios públicas que impedían dotaciones a otras necesidades más básicas, cuando otros medios de comunicación públicos directamente no existen, como periódicos o páginas webs que no sean solo de administración o de promoción.
Los historiadores del futuro tendrán que explicar porque no se regularizaban realidades como las drogas o la prostitución. Hechos que generaban crimen organizado, mafias, personas explotadas, etc. mientras los políticos miraban hacia otro lado y no ponían una ley encima de la mesa, como si lo hicieron con el aborto o con las armas de fuego.
Los historiadores tendrán que explicar porqué en España la democracia se instauró de la mano de un dictador, al menos en sus primeros pasos, siendo aborrecidos por muchos los símbolos patrióticos como su bandera o su propia historia. Es verdad que se votó una constitución, todavía joven en comparación con la de otros países como la de los Estados Unidos, pero también es probable que los españoles hubieran votado cualquier cosa con tal de empezar una democracia, en principio tan prometedora. Aun así sigue existiendo cierta nostalgia hacia dictadores como Franco o Fidel Castro gracias a sus “logros” y siguen siendo recordados con cierto cariño por personas de todo tipo, incluso de alta repercusión social, tanto de derechas, como de izquierdas.
Y así podíamos seguir con tantas realidades históricas. Y ojalá poder seguir hablando sin caer en la demagogia, si no lo he hecho todavía.
Hablar de porqué se sigue matando animales en fiestas, cuando se han ido estilizando muchas con el tiempo, y se ha visto que siguen siendo populares sin hacer daño a ningún ser vivo. O la obsolescencia programada, o la educación u otros tantas realidades quizás tan importantes como las anteriores y que valdrían para artículos enteros. Dentro de 500 años los historiadores mirarán para atrás y creo que todavía podemos cambiar, al menos en la parte que nos corresponde, el devenir del siglo XXI. No solo por crear una “bonita historia”, sino por ser responsables de nuestra realidad y estar orgullosos del mundo que le dejaremos a las futuras generaciones, siempre que eso nos importe, tema para reflexionar por culpa del consumismo, el desamparo, precariedad de empleo, falta de educación, etc.
¿Nos importa que de verdad lo que observarán los historiadores del futuro?