La historia también nos fuerza a cuestionar algunos supuestos que damos por sentados. Cuando uno tiene conocimiento de que muchas cosas que hoy no pueden comprarse ni venderse —seres humanos (esclavos), trabajo infantil, cargos de gobierno— solían ser perfectamente comercializables, deja de pensar que la frontera del «libre mercado» fue trazada por alguna ley científica atemporal y comienza a darse cuenta de que puede ser retrazada. Cuando nos enteramos de que las economías capitalistas avanzadas crecieron más rápido...