España, años 50. La sueca Solveig Nordström solo llevaba unos pocos años asentada en Alicante. Sin dudarlo, se tendió delante de las excavadoras no sin antes haber avisado a las embajadas y a la prensa internacional. Algo grave iba a ocurrir y ella estaba allí para intentar impedirlo. Nadie sabe qué pasó por su cabeza en aquel momento crítico, quizá no lo supiera ni ella. Lo que sí tenía claro era que tenía que parar la construcción de un complejo turístico que quería llevarse por delante un patrimonio arqueológico.
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