Al no obtener nada después de levantar las manos hacia el cielo en señal de clemencia, miles de personas han comenzado a desconfiar de Dios y de sus compañeros que, en otras religiones o departamentos —si es que el paraíso se asemeja más a un centro de quejas y sugerencias—, cumplen más o menos las mismas funciones. Debido a que sus peticiones no han sido procesadas ni atendidas, estas personas optan por abandonar la confianza que otrora sus propios padres le heredaron al obligarlos a confiar en una religión. Cosmogonía dirigida por un anciano
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