Sr. Rodríguez, estoy indignado con usted. Soy un pobre estudiante al que su paga no le llega ni para comprar el bonobús. Resulta que a mis padres, que se van a cenar cuando les peta, les ofrece un regalito de 400 euros para que le voten. Muy bien, ¿y yo?. ¿Y a mí qué me toca? Si por lo menos tuviera el aliciente de un vale anual para copas, un crédito sin intereses para agenciarme una moto o un viaje a Cancún gratis, al menos tendría la sensación de que pinto algo para usted. Podría incluso imaginarme a mí mismo rozar con mis dedos (...)