La Luna siempre nos sorprende con sus cambios de tamaño, unos aparentes y otros reales. Cuando miramos a la Luna una misma noche, pero a distintas horas, nos parece que al salir, justo cuando se encuentra cerca del horizonte, es más grande que cuando se sitúa en el zenit, sobre nuestras cabezas. En estos casos, nuestro cerebro nos engaña debido a un efecto óptico. El caso que nos ocupa hoy es distinto. La Luna Llena que tuvimos la suerte de ver el pasado 30 de enero era realmente más grande y más brillante de lo normal. Veamos por qué.