Ahora, cuando una chica lleva tiempo sin tener sexo en condiciones, lo más que diríamos de ella es que "no se come un rosco". Pero hasta antes de ayer, en términos históricos, el vocabulario era muy diferente: un cirujano victoriano frunciría el ceño, se quitaría el monóculo y anunciaría muy serio que padece de "histeria femenina". Una enfermedad provocada por no tener el útero en su sitio, y que sólo podía remediarse con un "paroxismo histérico". Es decir, por ese estado de convulsiones, rubor y gemidos provocado por un masaje en sus partes...