"Apoyo urgente, apoyo urgente, nos están tirando adoquines" tronaban los equipos de transmisiones. "Solicito empleo uso material". "Nos están agrediendo. No podemos más". Y al otro lado silencio. El silencio más indigno e incompetente que recuerdan los uiperos veteranos. Eran las 20.20 horas del sábado y las llamadas "Marchas de la Dignidad", autorizadas y legítimas, habían derivado ya en un salvaje espectáculo, una guerrilla urbana con un objetivo: acorralar a los policías y destrozar como una manada en estampida lo que encontraba a su paso.