Eran los obreros de una fábrica de aguardiente y de una fábrica de vino. Sus partidos se hicieron tan famosos ena Esmirna de los 70 que cada año los seguía la prensa turca como si fueran de Primera División. Se ponían apodos como Erol el Escoria, Suleimán el Cojo o Adolf Hulki. Se empezaba a beber desde el día antes del encuentro.

La Unión Europea ha despertado la pasada madrugada con un gran sobresalto al recibir una llamada de Reino Unido. El país, balbuceando y con evidentes muestras de embriaguez, ha pedido volver y anular «la tontería esa del Brexit». «Tú y yo juntos contra Rusia, piénsalo», ha insistido Reino Unido entre sollozos, según confirmaba esta mañana una ojerosa Ursula von der Leyen. «No son horas, ya hablaremos. No estoy sola», ha respondido Europa, cortando la comunicación con brusquedad al comprobar que Reino Unido no estaba dispuesto a aceptar un «no».

El alcalde, José Ignacio Landaluce, anuncia que ha convocado otra reunión por la máxima inquietud en Algeciras.

¿Por qué la evolución no ha exterminado a los borrachos? ¿Cómo es posible que los tan complejos como sutiles y adaptativos centros de placer de nuestro cuerpo siguen demandando una sustancia que nos intoxica gravemente y altera de forma dramática nuestra razón, invitándonos a realizar actos muy peligrosos y potencialmente mortales? El filósofo Edward Slingerland publica 'Borrachos' (Deusto), una desopilante historia de la relación entre nuestra especie y el alcohol a lo largo de los siglos con sorprendentes y etílicas conclusiones.