Después de más de dos meses de sofocones, de andar a la gresca con medio mundo, de enfurruñarse con sus compañeros por la maldición que le perseguía desde San Mamés, 12 partidos de sequía extrema, 847 minutos sin ver puerta, una eternidad para cualquiera y más para el divo del Atlético, Forlán recuperó su fusil y brindó a su equipo, con dos goles y una asistencia, una victoria vital para mantenerse a rebufo de la Liga de Campeones.