Me pasó viendo el último Salvados, en el que se analizaba el papel de una generación política, empresarial y periodística en la protección y connivencia con las fechorías de Juan Carlos I, sean estas solo morales, solo éticas o presumiblemente penales. Vi pasar a una serie de señores en los que no me quiero convertir, aun sabiendo que todos tenemos cadáveres generacionales en el armario, los de la mía, por suerte, menos importantes y menos putrefactos que los suyos.