Jaleados en la calle como auténticos héroes, el juez José Castro y el fiscal Pedro Horrach llevan hoy una carga mucho más pesada que la del voluminoso sumario de 50.000 páginas sobre los manejos de Iñaki Urdangarin y su socio de años, Diego Torres. En un país donde la corrupción, el despilfarro, el amiguismo y la opacidad han vaciado el morral de la confianza política, la determinación con que Castro y Horrach han horadado el compacto muro de tabú que rodeaba la Casa Real les ha convertido en una especie de nuevos intocables de Eliot Ness.