Por curioso que parezca, ciertas enfermedades se pueden relacionar con distintos olores característicos. Por ejemplo, la diabetes puede hacer que el aliento huela a manzanas podridas; la insuficiencia renal, que lo haga a amoníaco u orina; mientras que la enfermedad hepática grave se ha relacionado con el olor del aliento a moho, ajo y huevos podridos. Las personas con esquizofrenia pueden tener un aroma corporal característico que recuerda al del moho.