Es un hecho indiscutible que existen profesiones claramente arriesgadas, tales como bombero, minero, artificiero o incluso corresponsal de guerra en Suiza (sí, el aburrimiento mata). Muchas veces es la propia inconsciencia del trabajador la que produce un accidente laboral. Pero en otras ocasiones la culpa es del patrón, que por falta de material, de normas de seguridad o de dinero para pagar unas condiciones de trabajo decentes, propician que sus empleados den rienda suelta a su fantasía creadora, arriesgando su cabeza y la de sus compañeros.