El dominio de la ciencia responde a la pregunta: ¿X es verdadero? El de la felicidad, el bienestar o la moral, de contornos más imprecisos, que arracima preguntas como: ¿X nos parece bien? (...) Los enunciados científicos no son evaluables moralmente. No cabe condenar por injustas las leyes de Newton (...) Y los otros, sujetos a discrepancias, no son resolubles con más ciencia. Según algunos, las consideraciones anteriores confirmarían que no hay razón fuera de la ciencia. Y, por lo tanto, no deberíamos entrometernos en sus negociados (...)